El plan de Dios para salvación de la humanidad, fue hecho por el Dios Eterno como una forma para escapar de los resultados de la caída del hombre. En este plan puso a su Hijo Jesucristo para pagar la deuda de todos los hombres, e hizo posible nuestra salvación y redención para vida eterna. (Jn. 3:16, 10:1-7; Hch. 4:12; Ro. 5:11; 1 P. 1:18-19, 2:24; 1 Jn. 2:2-4; He. 9:13, 14, 28).


“Y no sólo esto, mas aun nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por el cual hemos ahora recibido la reconciliación” (Romanos 5:11)

El plan de salvación estuvo prefigurado y hecho por el Creador del universo, como un medio para que el hombre pudiera escapar de los resultados de su caída. El sabía, mucho antes de crear a Adam y Eva, que ellos sucumbirían a las tentaciones de Satanás, y por tanto ordenó un plan por el cual el hombre pudiera ser redimido del pecado (1Pedro 1:18-20).

Forma parte de este plan nuestro Maestro y Señor Jesucristo, como salvador de la humanidad  “para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).

Al hablar del amor Divino, no se hace mención únicamente al amor del Padre, sino que igualmente se refiere al amor de su Hijo. Jesús se manifestó también hacia la raza humana, al dejar su gloria y habitación celestial para venir a ser siervo como cualquier hombre y así ofrecerse en sacrificio por todos, dando voluntariamente su vida por sus ovejas (Juan 10:15-18; Filipenses 2:7-8).

El profeta Isaías hace hincapié que el Mesías “como cordero fue llevado al matadero” (Isaías 53:5-7), cordero que tenía que ser sacrificado y derramar su sangre para redimirnos del pecado, porque el apóstol Pablo dice: “Sin derramamiento de sangre, no hay remisión de pecados” (Hebreos 9:22).

Cuando vino el tiempo en que el Hijo de Dios empezara su ministerio terrenal, Juan el Bautista como su precursor, habló de él diciendo: “…He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29).

El sacrificio de nuestro Señor Jesucristo es realmente el que nos da salvación si en verdad nosotros le aceptamos como el Cordero de Dios.

Por el gran amor que Dios ha tenido para la humanidad, formuló ese plan divino de salvación, ahora el Señor Jesús, al ser parte de ese plan, vino a cumplir con el mismo para que no nos perdamos y que le aceptemos como nuestro salvador, por lo cual Dios ha puesto la vida de su Hijo, derramando su sangre para limpiarnos de todo pecado.

Nos corresponde ahora a nosotros hacer un sacrificio: limpiémonos de toda levadura que nos aparte de la voluntad del Altísimo, y hagamos fiesta en ázimos de sinceridad y verdad para con Dios.

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