La amistad (del latín amicĭtas, por amicitĭa, de amicus, amigo, que deriva de amare, amar) es una relación afectiva entre dos o más personas. La amistad es una de las relaciones interpersonales más comunes que la mayoría de las personas tienen en la vida. La amistad se da en distintas etapas de la vida y en diferentes grados de importancia y trascendencia. La amistad nace cuando las personas encuentran inquietudes y sentimientos comunes. Hay amistades que nacen a los pocos minutos de relacionarse y otras que tardan años en hacerlo.

Hemos considerado la amistad desde la perspectiva meramente humana, señalando algunos elementos fundamentales en ella. Ahora vamos a elevar nuestro pensamiento a un tipo de amistad que por sus características es única y trasciende a todo lo que a nivel humano hallan vivido hasta ahora. Me refiero al amor de Cristo y su amistad. Nada mejor para esto que recurrir a la descripción que él mismo nos ofrece en el evangelio: “Yo los amo a ustedes, así como el Padre me ama a Mi; sigan, pues, en el amor que yo les tengo. Si obedecen mis mandamientos seguirán en este amor que les tengo, así como Yo obedezco los mandamientos de mi Padre y sigo en el amor que me tiene.

 

“Yo les hablo así para que se alegren conmigo, y así se llenen de gozo.”

Mi mandamiento es este: Que se amen unos a otros, como Yo los amo a ustedes. El amor más grande que uno puede tener es dar su vida por sus amigos. Ustedes son mis amigos, si hacen lo que Yo les mando. Ya no los llamo siervos, por que el siervo no sabe lo que hace su patrón. Los llamo mis amigos, porque les he dado a conocer todo lo que mi Padre me ha dicho.

Ustedes no me escogieron a Mi; Yo les escogí a ustedes, y les he encargado que vayan y den mucho fruto, y que ese fruto dure. Y así el Padre les dará todo lo que pidan en mi nombre. Esto, pues, es lo que les mando: que se amen unos a otros”. Juan 15:9-17

Hay algo que se destaca a simple vista a estas palabras de Jesús: Su amistad se expresa en términos de amor, notemos que el amor que nos enseña es algo más que afecto, cariño, o un sentimiento de simpatía. En un sentido pleno se trata de AMOR, pero aún, de cierto tipo de amor. Aquí esta todo el énfasis de las palabras de Jesús: “Mi mandamiento es este: Que se amen los unos a los otros como Yo los amo a Ustedes” (verso 12). La amistad de Cristo es una amistad de amor.

Esto suena como música atonal a nuestros oídos. Tanto es así que muchos han llegado a mirar con sospechas la amistad entre David y Jonathan, interpretándola mas como algo enfermizo y anormal que como un sentimiento limpio y auténtico, hoy en día en algunas culturas se considera así cuando se manifiesta un sentimiento por alguien cercano y del mismo sexo. Pero Jesús nos dice que Él nos ama y que debemos amarnos unos a otros, su amor y amistad son revolucionarios y transformadores en todos los que nos hemos atrevido a formar parte.

Es posible que mi amistad con los hombres no cambie mucho mi vida, pero la amistad de Jesús y la manifestación de su amor hacen algo en mi. Al menos, provoca en nosotros una doble reacción. Por un lado, el amor de Jesús hacia nosotros produce una respuesta de amor hacia Él. Él me ama y no puedo menos que corresponder a ese amor con obediencia y servicio. Pero al mismo tiempo, la presencia de su amor en mí proyecta hacia aquel que está a mi lado de tal manera que genera una respuesta de amor al prójimo.

Jesús nos dice también que su amistad es tan especial que: “El amor más grande que se puede tener, dijo Él, es dar su vida por sus amigos”. De verdad no hay nada en el mundo que pueda superar a esto como expresión de amor y sincera amistad. En el hombre es fácil ver lo que expresara el poeta latino Ovidio, cuando veinte siglos atrás decía: “Mientras seas feliz, contarás con numerosos amigos; si el tiempo nublara, te hallarás solo”. La soledad por creer solo en uno mismo y no confiar en alguien mas, muchas veces por traición, otras por inseguridad. 

Con Cristo no hay comparativa, su amistad y amor se expresaron en forma concreta y a costo de un gran precio: Su propia vida. Él está a la puerta y llama, si alguno oyere su voz, el entrará y cenará con él, es una invitación hermosa, es para todos, no todos abren esa puerta. Pero los que ya hemos abierto hemos vivido una hermosa amistad en nuestras vidas.

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