La libertad es un concepto anhelado por la humanidad desde tiempos inmemoriales. Sin embargo, a menudo nos encontramos atados por las cadenas del pecado, la culpa, las adicciones y las circunstancias negativas. La buena noticia es que en Jesús encontramos la verdadera libertad, una libertad que no solo nos libera de las ataduras terrenales, sino que nos transforma en personas nuevas, capaces de vivir una vida plena y significativa en Cristo.
1. El precio de nuestra libertad:
Tal vez pensemos que la libertad es un derecho, pero ese pensamiento solo se limita a la parte literal. La libertad que nos ofrece Cristo está en nuestra alma y corazón. Ahí se encuentran nuestras emociones y sentimientos.
La libertad en Jesús no es gratuita. Tuvo un precio muy alto: la sangre derramada de Jesucristo en la cruz.
“Entró una sola vez y para siempre en el Lugar Santísimo. No lo hizo con sangre de machos cabríos y becerros, sino con su propia sangre, logrando así un rescate eterno.”
(Hebreos 9:12 , NVI)
Antes de la llegada de Jesucristo, la humanidad se encontraba bajo la esclavitud del pecado. El pecado nos separa de Dios y nos impide alcanzar nuestro verdadero potencial. Nos convierte en prisioneros de nuestras propias pasiones, deseos y errores.
2. La libertad del pecado:
El pecado nos esclaviza y nos aleja de Dios. Nos hace tomar decisiones equivocadas, nos llena de culpa y nos impide alcanzar nuestro máximo potencial. La sangre de Jesús, sin embargo, nos libera del poder del pecado.
“Pero ahora que han sido liberados del pecado y se han puesto al servicio de Dios, cosechan la santidad que conduce a la vida eterna.”
(Romanos 6:22 , NVI)
Jesucristo, el Hijo de Dios, vino a la tierra para salvarnos del pecado. A través de su muerte en la cruz, derramó su sangre preciosa como sacrificio perfecto por nuestros pecados. Este acto de amor infinito rompió las cadenas del pecado y nos abrió el camino hacia la libertad.
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna.”
(Juan 3:16 , RVR1960)
3. La libertad de las ataduras:
Las ataduras pueden ser de diferentes tipos: adicciones, patrones negativos de comportamiento, pensamientos destructivos, etc. La sangre de Jesús tiene el poder de romper estas cadenas y darnos la libertad para vivir una vida victoriosa.
“Si el Hijo los libera, serán verdaderamente libres.”
(Juan 8:36 , NVI)
4. Una libertad que se vive en el día a día:
La libertad en Jesús no es un concepto abstracto, sino una realidad que se vive en el día a día. A medida que crecemos en nuestra fe y obedecemos la palabra de Dios, experimentamos una mayor libertad en nuestras vidas.
“Cristo nos libertó para que vivamos en libertad. Por lo tanto, manténganse firmes[a] y no se sometan nuevamente al yugo de esclavitud.”
(Gálatas 5:1, NVI)
La invitación a la libertad en Cristo está abierta a todos. No importa nuestro pasado, ni nuestras circunstancias actuales, podemos recibir la redención y la vida nueva que Jesús ofrece. Solo es necesario creer en él, arrepentirnos de nuestros pecados y aceptarlo como nuestro Señor y Salvador.
“Por tanto, para que sean borrados sus pecados, arrepiéntanse y vuélvanse a Dios.”
(Hechos 3:19 , NVI)