Oirán de guerras y de rumores de guerras. Miren que no los turben, porque es necesario que esto acontezca; pero todavía no es el fin. Mateo 24:6
Sabemos que esto que ocurre en nuestros días acerca de las guerras, terremotos, enfermedades. No es nada nuevo, durante la historia de la humanidad han ocurrido diferentes momentos. Pero también sabemos que no son los mismos tiempos, y que ahora la situación mundial ha cambiado y debemos encontrar nuestro papel en estos tiempos.
Los avisos de nuestro Dios por medio de su palabra, primero se aplican de forma personal. Si estos tiempos a tí te sirven para cambiar, y prepararte mejor para lo que venga en el futuro, entonces han cumplido su propósito (Romanos 15:4).
¿Qué nos toca hacer en los tiempos de guerra?
Nuestro Dios busca que en todo lugar (1 Timoteo 2:8,9), los hombres podamos arrepentirnos de nuestras malas obras, y transformemos nuestra vida con ayuda de las enseñanzas de Jesús. Sus mandamientos serán la forma de ayudar a que las guerras no existan y todo comienza desde casa.
“Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes.”
Deuteronomio 6:6-7
Aquí en casa es donde podemos hacer frente a la batalla, porque los celos, envidias, rencores, chismes, etc. Desde aquí se originan, nuestras palabras deben cambiar y el lenguaje podemos buscar que pese más las enseñanzas del Maestro.
Efesios 4:29 dice “Eviten toda conversación obscena. Por el contrario, que sus palabras contribuyan a la necesaria edificación y sean de bendición para quienes escuchan” (NVI).
El trabajo en los matrimonios
Los matrimonios que ahora podemos trabajar, deben ser fuertes en espíritu, para que los hijos a su vez puedan ver por ejemplo, lo que podemos hacer en tiempos de tribulación y de guerra. Si el matrimonio no cuenta con esa relación cercana a Dios, los que están en casa no sentirán ese deseo de tener la misma relación.
Y esto es muy importante que lo consideremos, porque los patrones que nuestros hijos pueden repetir, surgen desde las enseñanzas de casa. Y si bien la escritura nos dice, que los padres no pagarán por los pecados de los hijos, no nos exenta de nuestra responsabilidad como padres, de proveer de todo lo necesario para que ellos puedan vivir una relación cercana a Dios.
Redimir el tiempo de valor con nuestra familia.
Ahora los sistemas de streaming, el celular, videojuegos y demás. Nos han distanciado de las conversaciones que son más importantes. Porque somos muy limitados en poder expresar nuestra opinión y nuestro sentir. No conocemos los corazones de las personas con las que vivimos. Nos hemos vuelto muy egoístas buscando nuestro bienestar, pero no el del otro. Ninguno busque su propio bien, sino el del otro. 1 Corintios 10:24
Así que nuestra familia debe ser nuestro círculo de mayor confianza, si no la hemos generado, busquemos crear los espacios y tiempos para que podamos platicar de lo que guarda nuestro corazón.
Una recomendación es el uso de actividades que nos saquen de lo cotidiano. Hay muchas que podamos aplicar en familia, y descubrir que son de gran beneficio.
La relación con nuestro prójimo
Muchos enfrentamientos surgen de malos entendidos o la buena comunicación con nuestro prójimo. Así que la relación que tengamos con los demás, reflejará la relación que tenemos con Dios. En Mateo 5 Jesucristo comenzó hablar a su pueblo de esto. ¿Y cómo es que ellos podían decir estar cerca de Dios, pero aborrecían a su prójimo? No podían llevar presentes a Dios y decir que estaban cumpliendo con la ley, si antes no tenían una buena relación con los que le rodean.
Esta es una excelente manera de ayudar en los tiempos de guerra. Si nos hemos alejado por alguna mala experiencia, o por alguna acción que nos haya desagradado. Hay que buscar reconciliarnos con nuestro prójimo y pagar nuestras deudas.
Paguen a todos lo que deban: al que impuesto, impuesto; al que tributo, tributo; al que temor, temor; al que honor, honor. No deban a nadie nada, sino el amarse unos a otros. Porque el que ama a su prójimo, ha cumplido la ley.
Romanos 13:7,8
Si decimos ser amigos o hermanos de alguien, entonces seamos y no condicionemos lo que podemos dar, porque ese pensamiento frena el cumplimiento de la ley. El amor a nuestro prójimo no depende de lo que haga el otro por tí, sino lo que tu hagas por los demás. Así descubrimos que Dios bendice al dador alegre. Al que da sin esperar nada a cambio, un amor sin fingimientos.
Tenemos muchas enseñanzas del Maestro acerca de lo que podemos hacer en tiempos de guerras, pero no pasemos estos tiempos menospreciando la oportunidad que nos da nuestro Padre. Mejor antes seamos sabios y entendidos, poniendo por obra las enseñanzas. Así es como compramos nuestro aceite para cuando venga Jesús por segunda vez.