“Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera.” Juan 6:37.
Si previo a la cita bíblica anterior leyéramos lo que dice Juan en los versículos 1 al 14, podremos observar que a medida que pasaban las semanas del ministerio de Cristo, más y más lo seguían, al grado que después de atravesar el mar de Galilea, subió a un monte, tomó asiento con sus discípulos, y una gran multitud de gentes estaba buscándole. En ese lugar y para probar la fe de un hombre, Cristo preguntó: ¿Dónde compraremos pan para que coman éstos?
Cuando se le pregunta a Felipe sobre el pan que se le daría de comer a toda la multitud que acudía al monte, vemos una gran enseñanza, Cristo sabía qué hacer y no porque no fuera suficiente para darle de comer a toda esa gente, ya que tenemos una referencia anterior de cómo había convertido el agua en vino. Pero la gente en muchas ocasiones sólo buscaba al maestro para comer y no para recibir la enseñanza de vida. Se manifiesta una vez más el poder de Cristo al multiplicar el pan para alimentar a los 5,000 y aún más, habiendo quedado satisfechos las canastas quedaban con alimento suficiente para más gente. Pedro también se maravilló al ver como dos peces y cinco panes serían suficientes para darles de comer.
Muchos del pueblo acudían a buscar a Jesús nuevamente, pero Él los reprende y les dice a sus discípulos:
“Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que permanece para vida eterna, el cual el Hijo del Hombre os dará, porque a éste es a quien el Padre, Dios, ha marcado con su sello”. Juan 6:27
Muchos nos podemos encontrar en la misma condición, aceptamos a Cristo por interés y cuando vemos que no podemos sacar algo de Él materialmente hablando, lo abandonamos.
En verdad, en verdad os digo: no es Moisés el que os ha dado el pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo.
Nuestros ojos buscan inmediatamente el beneficio, las cosas tangibles que nos permiten disfrutar de la vida, que nos hacen felices, como lo es el pan material, el comer es uno de los deleites que buscamos disfrutar continuamente para saciar nuestra hambre. Pero cuando nos hablan de una pan del cielo, nos cuesta mucho trabajo saciar nuestra hambre con este pan, menospreciamos el valor del pan divino porque nuestro gusto no lo prueba, nuestros ojos no le ven y nuestras manos no lo pueden palpar.
Así que para descubrir este pan al que se refiere Cristo nos enseña que:
Jesús les dijo: Yo soy el pan de la vida; el que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí nunca tendrá sed.
El pan de vida es Cristo, debemos buscarle para entender estas palabras, cuando probemos ese alimento espiritual nuestro ser comprobara todos los nutrientes que le proporcionan, tal vez nuestro estómago se retuerza y ruja por el alimento material, pero nuestro hombre espiritual también necesita que lo alimentemos con el alimento que nos da Dios a través de su palabra. El evangelio de Cristo es ese pan de vida:
Porque esta es la voluntad de mi Padre: que todo aquel que ve al Hijo y cree en El, tenga vida eterna, y yo mismo lo resucitaré en el día final.
El cumplimiento de la voluntad de Dios solo comprobaremos si es real cuando probemos de ese pan de vida, Cristo entregó la vida por nosotros:
Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo también daré por la vida del mundo es mi carne.
Debemos alimentarnos con ese pan, podremos estar de buena talla, bien comidos y disfrutando del pan material ¿pero con este pan todo nuestro ser se encuentra nutrido? Si hacemos una introspección y análisis de nuestro ser, observaremos las deficiencias, si somos deshonestos, robamos, nos ocultamos, tenemos miedos, etc. Puede ser un indicio que algo nos falta, un aspecto que podríamos tener abandonado.
Debemos considerar el consejo de Cristo:
Este es el pan que descendió del cielo; no como el que vuestros padres comieron, y murieron; el que come este pan vivirá para siempre.
Si no hemos entendido su palabra y participar de las promesas que tenemos al participar de este pan de vida, busquemos a Cristo no cerremos la puerta a este conocimiento, como todo alimento hay que aprender a comer de este pan, pan delicado y delicioso, que si estamos preparados para recibirlo será como miel a nuestro paladar.
He aquí, yo estoy á la puerta y llamo: si alguno oyere mi voz y abriere la puerta, entraré á él, y cenaré con él, y él conmigo.
Apocalipsis 3:20