Vivimos en tiempos complicados, diversos problemas tenemos en nuestra sociedad pero uno que queremos ver a la luz de las escrituras, es el matrimonio. Si bien el problema es en cómo concebimos hoy la idea de la unión conyugal de dos personas. Civilmente las opciones que tenemos para contraer está unión tienen que ver con las cuestiones materiales. Los problemas que hay en los matrimonios son diversos pero muchos acaban por la opción del divorcio. Y es que está aparente solución puede acabar con muchas de las diferencias que se vivían en el hogar, pero no atiende las necesidades reales que tenemos como personas y como pareja.
Por eso hoy queremos recordar la visión que tenía nuestro Dios, donde desde el principio creó el matrimonio con la idea de que compartieran los mismos objetivos y pudieran ayudarse el uno al otro en llegar a cumplir todo lo que podían tener en mente.
Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y trájola al hombre. Y dijo Adam: Esto es ahora hueso de mis huesos, y carne de mi carne: ésta será llamada Varona, porque del varón fué tomada. Por tanto, dejará el hombre á su padre y á su madre, y allegarse ha á su mujer, y serán una sola carne. Y estaban ambos desnudos, Adam y su mujer, y no se avergonzaban. Génesis 2:22-25
Dos que fueron formados con Dios, con capacidades, virtudes y dones. Juntos podrían ser una de las sociedades más poderosas, al no tener nada que esconder, porque su confianza y su visión la compartían junto con Dios que los había formado. Varona es un concepto que hoy no lo solemos escuchar, incluso puede causar un poco de polémica manejarlo, pero es algo interesante analizar, que la mujer fue tomada del varón como una ayuda idónea. Y que nos establece las primeras características del matrimonio, donde serían una pareja. El poder crecer junto con tu pareja es una de las formas más eficientes de madurar.
Y él respondiendo, les dijo: ¿No habéis leído que el que los hizo al principio, macho y hembra los hizo, y dijo: Por tanto, el hombre dejará padre y madre, y se unirá á su mujer, y serán dos en una carne? Así que, no son ya más dos, sino una carne: por tanto, lo que Dios juntó, no lo aparte el hombre. Mateo 19:4-6
Esta determinación es el deseo profundo de Dios que se mantengan juntos, que no haya razón alguna para ser separados, ya que para esto fueron creados, a más de lo físico está lo espiritual, por que en Dios la meta de alcanzar la vida eterna es para los dos. El hombre ha generado muchas causas para separar a los matrimonios: necesidades, intereses, distractores. Si los matrimonios no se mantienen enfocados, vendrán muchas confusiones en los problemas, que los pueden llevar a discusiones dolorosas que no edifican, sino en cambio destruyen lo que pudieron haber construido juntos.
Y por eso la Palabra de Dios nos da diversos consejos para que está unidad sea integrada en sus fundamentos, con raíces fuertes, para que cuando vengan las pruebas y tempestades, tengan con qué defenderse y salir adelante.
Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la Iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha. Efesios 5:25-27
Que referencia tan hermosa nos ha puesto nuestro Señor Jesucristo, al enseñarnos el papel del marido y de la mujer. Así es como la mujer es purificada por medio del varón, pero para que los hombres puedan realizarlo de esta forma, su cabeza se debe convertir en Cristo. La purifica con el ejemplo, con la guianza, con la humildad que muestra no queriendo ser el que domine, porque sabe que quien debe dominar todo su ser es Cristo. Ya no son más dos, sino uno y si cada uno quiere ir por su propio lado sin apoyarse de su compañero, puede caer en el camino, si no entendemos que una ayuda mutua es como Dios nos ha formado, ir en contra de su propósito tiene sus consecuencias.
Más quiero que sepáis, que Cristo es la cabeza de todo varón; y el varón es la cabeza de la mujer; y Dios la cabeza de Cristo. 1 Corintios 11:3
Así todo está en orden y gozamos del beneficio de que esto se cumpla, por el contrario si rompemos con este orden, las consecuencias en un hogar donde no gobierna Cristo, terminan en separación, y aunque pudiesen vivir juntos, pero cada uno busca su propio beneficio y su propio camino.
Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. Efesios 5:28
El cuidado que se deben tener el uno a otro es una relación muy especial
A través de nuestra pareja podemos perfeccionar aspectos que no podemos desarrollar solos, así como los hijos desarrollaran aspectos únicos en los padres, también la pareja nos recuerda que para ver el mundo con los ojos de Dios hay que aprender a verlos con los de la persona que nos acompaña, una visión sensible, con necesidades y con una versión diferente a como uno lo hace. Tener la humildad, la mansedumbre, sabiduría e inteligencia de ver las necesidades que otra persona tiene, y que si yo no aprendo a cuidarme y amarme, no podré disfrutar en toda su plenitud lo que me rodea. Así que Dios ha creado está unidad para perfeccionamiento, necesitándonos el uno al otro en amor.
Y si algo puede unir un matrimonio hasta que la muerte los separe, es Dios. Él en su infinito amor, nos enseña cómo por medio de esa virtud tan grande y especial, podemos unirnos y vencer toda adversidad, no hay nada que según nuestro Dios no podamos resolver con el amor verdadero.
El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará. 1 Corintios 13:4-8
Este amor que aprendemos de Dios, no tiene límites y si lo alcanzamos a desarrollar, no habría razón alguna para que el hombre se separara de su mujer. El divorcio sería una práctica antigua que la dureza del corazón sería su justificación. Pero en el amor de Dios, solo hay unión eterna, hasta que Dios determine su transformación.
Esperando en Dios que este recordatorio ayude a todos los matrimonios a permanecer en el amor de Dios y seguir sus consejos, y a los jóvenes nos enseñe a tener matrimonios exitosos, porque el mundo necesita familias fuertes y llenas del Espíritu de Dios.