Hace muy pocos días al viajar en el metro y en un momento de ociosidad me puse a contar los anuncios comerciales que habían en un vagón, el número me dejó asombrado pues sobrepasaba los 36, y es que al llegar a esa cuenta mi asombro creció cuando me percaté que ninguno se repetía, así que dejé de contar y procedí a ver cuales eran los productos que conocía (vaya que era un instante muy ocioso), cuando hacía esto, me di cuenta que muchos de ellos ni siquiera los estaba leyendo, es decir que con tan sólo verlos sabía qué eran, vaya identificar la ola de coca cola, es algo tan común que ni siquiera se piensa, o ver un pingüino viajando en el mismo metro, leyendo, etc., únicamente lo puede hacer el pingüino marinela.
Lo anterior puede que no fuese tan trascendente, por lo menos a primera vista pensé, pero a partir de aquel día puse más atención en lo que las imágenes que se me presentan en la vida cotidiana. Así por ejemplo al viajar por periférico, por la calzada de Tlalpan, por Viaducto, veía imágenes anunciando tenis, ropa, comida, deportes, equipos, etc. Todas distintas con mucha variedad en ideas por parte de los publicistas, ya que la intención de la mercadotecnia es precisamente que nosotros los consumidores tengamos ya en la mente algo que distinga su producto.
Pero también es notorio que políticos, instituciones o gente muy conocida utilizan los medios masivos de comunicación como el radio, la televisión y hoy en día el internet, para proyectar un tipo de imagen que desean nosotros tengamos de ellos, así que para nosotros la máxima casa de estudios es la UNAM, o la forma en la que llaman los bancos en México es BITAL.
Todo lo anterior nos coloca frente a una pregunta que es necesario responder ¿Nosotros como hijo de Dios proyectamos algún tipo de imagen?, es decir, en el mundo hay una cantidad grande de denominaciones religiosas, nuestros compañeros de trabajo, de escuela, nuestros vecinos y en muchos casos nuestra familia pertenecen a alguna de ellas; sólo que ¿Cuál sería la diferencia? estoy seguro que inmediatamente usted dirá “la doctrina”; y estoy de acuerdo, pero creo que no se puede quedar sólo en eso, ya que las indicaciones divinas nos dicen que una lámpara no se oculta sino que debe alumbrar, dicho de otra manera el hijo de Dios tiene que proyectar una imagen al mundo, los miembros del cuerpo de Cristo deben distinguirse en su forma de actuar, de hablar, etc., del resto de la gente.
En alguno de sus escritos, el apóstol Pablo resalta que nosotros somos letras de recomendación, escritas no con tinta sino con el Espíritu de Dios, por esto es que somos una imagen donde el mundo puede ver a Dios. Nuestro comportamiento predicará delante de las personas, ya que el hecho de notar una diferencia en nosotros hablará de que llevamos la vida de Cristo para llevar también su muerte, y por consiguiente su palabra.
Si lo anterior no es suficiente para despertar en nosotros una conciencia cristiana, entonces recordaremos las mismas palabras del Maestro, no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos en tu verdad: tu palabra es verdad. Como habrá visto es muy importante recordar que si nosotros no permitimos que la palabra del Todopoderoso trascienda en nuestra vida, y me refiero a nuestra vida familiar, espiritual, laboral, estudiantil, etc., es decir, en todos los ámbitos de nuestra vida, no estaremos alumbrando como lámparas que somos, o no estaremos proyectando esa imagen que Dios quiere que nosotros demos al mundo; tal vez sólo se parecerá o será semejante pero no igual, y por consiguiente se pierda en la cantidad tan grande de imágenes que nos rodean.
Para seguir meditando
5:13-16; 2 Co. 3:1-3; 2 Co. 4:1-11; Jn 17:9-26 – 7:1-27 – 3:1-25 – 63:1-11
Por: Carlos Pacheco