“Toda buena dádiva y todo don perfecto viene de lo alto, desciende del Padre de las luces, con el cual no hay cambio ni sombra de variación.”
Santiago 1:17
De un cuento puede haber un sinfín de versiones, cada una con sus detalles. Cambiando la versión a la interpretación del autor, con el paso del tiempo no podemos asegurar cómo fue que inició la historia si es que el autor original no se encuentra presente. Con tanta confusión, los lectores podemos pensar que los escritos pierden veracidad y que nadie puede verificar si lo que está escrito realmente pasó, está pasando o pasará.
Con la Palabra de Dios, y desde la perspectiva de todos los que ponen en duda su autoría divina, puede pasar algo similar; sin embargo, se han olvidado de algo muy importante, el autor de las Sagradas Escrituras sigue presente, se encuentra entre nosotros para darnos veracidad a su Palabra. No sólo se encuentra el autor, sino también los testigos de los hechos: profetas, naciones, pueblos, reyes, imperios, etc. El autor no puede mentir o hacer mentirosa su palabra, porque su palabra es verdad, y la invitación a comprobar el poder de la Palabra de Dios se encuentra latente y es para toda persona que quiera descubrir que lo que está escrito es verdadero.
“Y la serpiente era más astuta que cualquiera de los animales del campo que el SEÑOR Dios había hecho. Y dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: “No comeréis de ningún árbol del huerto?” (Génesis 3:1).
Hay fuentes que han querido desaparecer la Palabra de Dios, hechos históricos que nos enseñan que hay enemigos para el ser humano que se han encargado de esconder su verdad, muchos de ellos están ocultos y otros manifiestamente usan la Palabra de Dios para engañar y hacer una fantasía. Las versiones que pueda tener cada uno de nosotros sobre la Palabra de Dios, no necesariamente expresan la versión del autor, porque ésta no es de particular interpretación. “Y no es de humana sabiduría, sino de sabiduría de Dios y que Él se la entrega a todos los que con todo el corazón le buscan.” (2a. Pedro 1:20,21).
Así que como hijos de Dios, está en nosotros la capacidad de decidir si lo que está escrito en la Palabra de Dios es verdadero o no. Si lo que se ha hablado realmente ocurrió, si son eventos fidedignos, si las promesas que están escritas son reales. El autor ha establecido comunicación con el ser humano por medio de su palabra, no es una palabra lejana en idiomas extraños o que se encuentre fuera de nuestro alcance.
“Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre, para que se arrepienta. ¿Lo ha dicho El, y no lo hará?, ¿ha hablado, y no lo cumplirá?”
(Números 23:19).
Aunque el hombre ha sido el instrumento para escribir los libros que se encuentran en la Biblia, la revelación la ha dado Dios, sin error ni contrariedades, de principio a fin una sola historia escrita por un solo autor.
Así que ¿eres un lector que le gusta que le cuenten historias o te gusta descubrirlas por ti mismo? Pídele al autor que te revele su verdad y te conduzca en sus sendas de justicia, que confirme tu corazón en su conocimiento y juntos lleguemos a obtener todas sus promesas.
“En la senda de la justicia está la vida, y en su camino no hay muerte.”
(Proverbios 12:28).