Durante un periodo de cautividad del pueblo de Israel el profeta Jeremías advierte sobre las consecuencias de no reconocer sus propios errores. Confundidos los escribas que se encargaban de transcribir fielmente la ley de Dios. Eran llamados mentirosos, porque ahora dejaron de tener buen juicio, comenzaron a interpretar a su manera la palabra de Dios, y aunque querían curar las heridas del pueblo, lo hacían de forma superficial y no podían ver sus propios errores, en su engaño pensaban que estaban haciendo la voluntad de Dios.
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