La Suprema deidad del universo es Dios. Él es el Todopoderoso Creador, que con su poder sostiene los cielos, la tierra y todas las cosas que en ellos hay. (Hch. 17:24-28; Gn. 1:1; Ap. 1:7; Sal. 124:8; Neh. 9:6; Is. 40:28; Sal. 55:22).
“El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, éste, como sea Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos de manos” (Hechos 17:24)
Creemos que la suprema deidad del universo es Dios. Él es el Todopoderoso Creador, que con su poder sostiene los cielos, la tierra y todas las cosas que en ellos hay. (Hechos 17:24-28; Génesis 1:1; Apocalipsis 14:7; Salmos 124:8; Nehemías 9:6; Isaías 40:28; 44:24; Salmos 55:22).
En la versión de Casiodoro de Reina encontramos este versículo traducido así: “Habló todavía Dios a Moisés, y díjole: Yo soy JEHOVÁ; Y aparecí a Abraham, Isaac y a Jacob bajo el nombre de Dios Omnipotente, mas en mi nombre JEHOVÁ no me notifiqué a ellos” (Exodo 6:2-3) En la versión hebrea, esos mismos textos se traducen así: “Y habló Dios a Moisés y le dijo: Yo soy el Eterno, y yo aparecí a Abraham, a Isaac y a Jacob, como el Shad-day (Dios Todopoderoso), pero en mi nombre, Eterno, no me di a conocer a ellos”.
Por estas palabras vemos que el Creador de los cielos y la tierra, se presenta en la Escritura como Jehová y en sus diferentes atributos indistintamente. Estos son los apelativos con los cuales se le describe en la Biblia: castillo, roca, fortaleza, libertador, escudo, galardón, etc. (Salmos 91:4; 2a Samuel 22:2; Génesis 15:1).
Nuestro Dios ha sido el creador de lo físico -lo visible y palpable-, así como de aquello que nuestros sentidos carnales no pueden percibir, es decir, de lo metafísico donde existen seres espirituales.
En primer lugar está el primogénito de toda la creación: nuestro Señor Jesucristo (Juan 5:26; Colosenses 1:15-17). Y enseguida, el Espíritu Santo; después de ellos los ángeles, arcángeles, querubines, serafines, etc., entre los que se encuentra el mismo Satanás.
No podemos percibir al Creador del Universo con nuestros sentidos, porque es espíritu (Juan 4:24); no tiene carne ni huesos (Lucas 24:39). Al ser espíritu no está sujeto al tiempo ni puede perecer, porque no hay otro ser semejante a Él.
Con su poder ha hecho todo con sabiduría y por su propia voluntad. Ese poder de Dios es inmenso, puesto que por él sigue existiendo todo lo que vemos y aún lo que no vemos; pero en el momento que Dios lo decida llegará el fin de todas las cosas. De esta manera, Él puede destruir aun lo que el hombre no percibe: el alma, el infierno, la muerte (Deuteronomio 32:39; Apocalipsis 20:14-15). Por esta razón, nosotros debemos creer que Dios existe. Así como estamos completamente convencidos de su existencia y poder, creemos que es el galardonador de los que hacen su voluntad.
Amado hermano, pon tu fe en Dios, el creador del universo.