Jesús de Nazareth es el único Hijo de Dios engendrado por el Espíritu Santo, concebido por María cuando era aún virgen. Él es el Cristo o Mesías, enviado por Dios como nuestro Salvador y Redentor. (Jn. 3:16, 4:9, 1:18, 6:65, 4:25; Mt. 1:18-25, 14:23, 16:16; Is. 7.14; Lc. 1:26-36, 2:6-32, 4:14-21; Hch. 4:62; Tit. 2:14).


Cachorro de León

“Porque de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda más tenga vida eterna” (Juan 1:16)

Creemos que Jesús de Nazareth es el único Hijo de Dios engendrado por el Espíritu Santo y concebido por la virgen María. Él es el Cristo o Mesías, enviado por Dios como nuestro Salvador y Redentor (Juan 3:16; 4:25; 1:18; 4:42; Mateo 1:18-25; 16:16; Isaías 7:14; Lucas 1:26-36; 2:6-32; 4:14-21; Hechos 4:12, 26-27; Salmos 2:2; Tito 2:13-14).

Jesucristo antes de su manifestación en carne, ya existía, en él se manifestaron dos naturalezas: la espiritual y la material. Es un punto doctrinal fundamental y básico para nuestra fe. Ya que todo está relacionado con Jesucristo, y Él es el único que pertenece a la eternidad, a lo angélico y terreno. Así como el Apóstol Pablo lo considera como la piedra fundamental para la edificación de la iglesia (Efesios 2:20-21), también lo es de todo el universo (Salmos 118:22).

Cuando él existía en la eternidad no se le conocía como Jesús, ni como Cristo, únicamente se le conocía como el Hijo. Porque el nombre Jesús solamente lo podría tener hasta el momento de salvar al pueblo de sus pecados. La palabra Jesús significa Salvador; estaba profetizado que llegaría a realizar la salvación de Israel (Salmos 130:8; Lucas 2:11; Mateo 1:21).

Tampoco se le conocía como Cristo, este nombre significa Ungido y en ese tiempo todavía no era ungido, sino hasta que vino a Juan el Bautista para ser bautizado de él, en el rió Jordán (Hechos 10:38; 4:27).

Por tanto, la palabra Jesucristo es una palabra compuesta que significa el Salvador Ungido.

Según el texto bíblico: “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos” (Hebreos 13:8). Por esta revelación divina, sabemos que antes de que Jesús fuera engendrado en el vientre de la virgen María, él ya vivía, ya existía con su Padre, como dice el proverbista Salomón: ¿Quién subió al cielo, y descendió? ¿Quién encerró los vientos en sus puños? ¿Quién ató las aguas en un paño? ¿Quién afirmó todos los términos de la tierra? ¿Cuál es su nombre, y el nombre de su hijo, si sabes?” (Proverbios 30:4; 8:1, 23).

Antes de tomar materia, nos dice la Palabra de Dios que era conocido como el Hijo de Dios, como Verbo de Dios, razón por la cual dijo Jesús: “Antes que Abraham fuese, yo soy” (Juan 8:58; 1:1-2; Hebreos 1:1-6).

Jesucristo fue creado antes de toda criatura angelical y humana: “el primogénito de toda criatura” (Apocalipsis 3:14; Colosenses 1:15). Jesucristo al ser creado, participó de la gloria que Dios le otorgó y por medio de él. Dios creó lo metafísico y toda la materia (Proverbios 8:22-30; 1a Corintios 1:24, 30; Colosenses 1:15-17; Juan 17:4-5; Hebreos 11:3). Y permaneció con el Padre hasta que lo introdujo en la tierra para cumplir el propósito que preparó el Omnipotente: para la salvación de la humanidad (Hebreos 1:6).


: “Y todos los que moran en la tierra le adoraron, cuyos nombres no están escritos en el libro de la vida del Cordero, el cual fue muerto desde el principio del mundo” (Apoc. 13:8)

El apóstol Pablo dice: “Mas venido el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, hecho de mujer, hecho subdito a la ley” (Gálatas 4:4). Al hablar de “el cumplimiento del tiempo se refiere a todo aquello que escribieron los profetas con relación a Cristo, comenzando por su nacimiento en Beth-lehem, de una virgen, porque se tenía que cumplir en él lo que estaba escrito por Isaías que dijo: “…He aquí que la virgen concebirá, y parirá hijo, y llamará su nombre Emmanuel” (Isaías 7:14).

Por el versículo anterior creemos que Cristo nació de una virgen y que esto fue obra del Espíritu Santo, ningún otro ser ha sido concebido en la forma en que lo fue Jesús (Mateo 1:20, 23). La Sagrada Escritura dice que sería llamado Hijo de Dios (Lucas 1:35). Se llamaría Emmanuel que significa Dios con nosotros (Mateo 1:23). Nuestro Señor Jesucristo vino a cumplir el plan de salvación previsto desde antes de la fundación del mundo (Juan 1:11; Mateo 10:6; Hechos 4:12; 13:46; Juan 3:16); Cristo es el Cordero que fue muerto desde el principio (Apocalipsis 13:8; Juan 1:29); llevado al matadero, sin abrir su boca, “derramó su vida hasta la muerte por todos nosotros”; cordero tipificado en la Pascua (Exodo 12:1; 1a Corintios 5:7; Isaías 53: 1-7; 1a Pedro 2:21-24).

Daniel el profeta escribe el tiempo y momento en que Cristo vendría para ofrecerse en sacrificio, esto nos lo muestra por medio de la profecía de las Setenta Semanas en que se presentaría el Mesías (Daniel 9:25-27).

Por su parte el profeta Isaías dice de él: “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado; y el principado sobre su hombro: y llamaráse su nombre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz” (Isaías 9:6). Nos enseña las cualidades que tendría Cristo al dejar la gloria que tenía al estar cerca de su Padre.

Al dejar la gloria con la que estaba revestido, con ello nos demuestra su sujeción al Padre, pues fue obediente hasta la muerte. El apóstol Pablo confirma lo anterior al decirnos:

 “El cual siendo en forma de Dios, no tuvo por usurpación ser igual a Dios, sin embargo se anonadó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres(Filipenses 2:6-7). Al tomar forma de hombre, con sentimientos y necesidades propias del ser humano, en esa condición se humilló y llevó nuestras flaquezas. Por ello, no debemos despreciar este inmenso sacrificio, por el contrario valorarlo y cumplir con lo que Dios nos ha ordenado.

Después de esto Cristo retornó al Padre y recobró lo que Dios le había dado cuando le dice: “Padre, glorifícame tú cerca de ti mismo con aquella gloria que tuve cerca de ti antes que el mundo fuese” (Juan 17:5).

Todo lo que hemos visto en esta lección se cumplió en el Señor Jesús, pues él mismo expresó: “Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliesen todas las cosas que están escritas de mí en la ley de Moisés, y en los profetas, y en los salmos” (Lucas 24:44). Así, amados hermanos, por la misericordia de Dios es que estamos dentro de su doctrina. Por tanto, debemos aprovechar aprendiendo más acerca de Él en las Sagradas Escrituras, que nos llevarán a la salvación, el Maestro dijo: “Escudriñad las Escrituras, porque a vosotros os parece que tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí” (Juan 5:39).


“Para que todos sean una cosa; como tú, oh Padre, en mí, y yo en tí, que también ellos sean en nosotros una cosa: para que el mundo crea que tú me enviaste” (Juan 17:21)

“Yo y el Padre una cosa somos; … El que me ha visto, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos al Padre?;… Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí…” (Juan 10:30; 14:9, 11), por una mala comprensión de las Sagradas Escrituras, se ha propiciado que a textos como las anteriores, las gentes los lleguen a interpretar a su manera, pensando que el Padre y Cristo son la misma persona (2a Pedro 1:20; 3:16). No son los únicos versículos que han tergiversado, hay más pasajes donde ellos creen que Cristo y Dios son el mismo ser, creando una gran confusión sobre este tema (Romanos 9:5, 1a Juan 5:20, Isaías 9:6; 1a Timoteo 3:16).

Como se observa en los textos anteriores, estos muestran al Padre como: Salvador, Rey, Redentor, y Señor, de la misma manera se señala a Jesucristo. Esto tiene una explicación que es la siguiente:

Si la Escritura nos dice que Jehová es Salvador, Rey, Redentor, y Señor, asimismo a Cristo se le aplica los estos calificativos, es porque tiene el mismo propósito, es decir, persigue un objetivo común que es cumplir con el Plan Divino de redención del ser humano, preestablecido por el Soberano Dios. Esto no quiere decir que Dios y Cristo sean la misma persona (Isaías 43:11-15 compare con Mateo 1:21; Juan 18:37; Efesios 1:7; Job 19:25).

Cuando dice: “Yo y el Padre una cosa somos” (Juan 10:30), es porque hace alusión al propósito señalado en el párrafo anterior. Siguiendo la misma idea, se podría decir de los creyentes. Los hijos de Dios debemos ser uno con Dios y Cristo, y no por ello queremos decir que somos Dios (Juan 17:21). Al seguir los lineamientos del Eterno, se alcanza una identificación plena entre los creyentes con Dios y Cristo, pues todos buscan la santificación de los hombres (Juan 17:15- 22).

Al decirnos: “El que me ha visto, ha visto al Padre” (Juan 14:9), nos da a entender que por conducto de la doctrina y de sus obras, hemos visto al Padre, esas obras son su valiosa creación. Las obras de amor y misericordia que realizaba Cristo son las mismas obras que Dios ha hecho en favor de los hombres. Por estas obras es como si viéramos la intervención del Padre, pero no por ello son lo mismo, porque el contexto de los versículos viene hablando de las obras (Juan 14:9-11).

Asimismo, cuando dice: “Yo soy en el Padre y el Padre en mí “ es porque las palabras que Cristo hablaba, eran de Dios, y no

solo él, aún nosotros si tenemos su palabra y cumplimos las obras que nos ha encomendado, estaremos en Dios, igual que Cristo está en el Padre (Juan 14:11). Estos pasajes no hablan de que Dios y Cristo sean una misma persona, sino del obrar de dos personas en las mismas cosas.

Aun cuando Cristo sea designado como Dios, no quiere decir que Cristo sea igual al Eterno Padre. Aún los hombres que aplican las leyes y la voluntad de Dios,  toman el lugar de Dios y reciben el nombre o el término de dios (Exodo 14:16; Salmos 82:1-6), pero siendo hombres no son el mismo Eterno. Moisés recibe el calificativo de dios, pero no por ello es el Todopoderoso, (Exodo 7:1). También los ángeles llevan el nombre de dios, pero no por ello vamos a confundir que Jehová Dios es un ángel (Exodo 23:20-21).

Si Cristo recibe el nombre de Dios, es por apelativo, porque Cristo, los hombres y los ángeles únicamente están llevando el adjetivo de dios,pero jamás vamos a pensar sean Dios. Únicamente cuentan con la representación, es decir, el permiso del Eterno de llevar este sobrenombre, en este sentido solo son instrumentos de Dios para enseñar su voluntad a los hombres.

Después de analizar estos aspectos, tenemos una enseñanza práctica; evitemos cantar coros o himnos donde se confunde a Cristo con Dios.

Hermanos Obreros e Iglesia: orientados por la doctrina que han profesado los hombres del ayer, escribamos himnos y cánticos espirituales dando a cada quien su lugar y nivel. Dios en su supremacía y su Hijo Amado siempre sujeto a la voluntad del Padre (Exodo 33:27; Filipenses 2:6).

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