Desde el principio en la Biblia, nos narra el origen de la comunión entre varias personas que buscaban seguir las enseñanzas de Dios. Hubo muchas separaciones pero siempre continuaron con la misma fe las personas que creían que era el camino correcto.
Así que la comunión con Dios nos describe que depende también de la comunión con nuestro prójimo, si bien hay muchas enseñanzas que se trabajan de forma personal, pero al ponerlos por obra, estarán dirigidas hacia las personas que nos rodean, porque dependemos de los demás para nuestra perfección.
Dónde podremos poner en práctica la paciencia o la caridad sino es a los demás, si amamos a Dios hay que comenzar a amar a nuestro prójimo. Y así cada mandamiento que vemos en la Biblia va siendo un conjunto de pasos para allegarnos más a Dios.
“Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?”
1 Juan 4:20 (RVR60)
¿Quiénes son los que continuaron en la misma comunión con Dios?
La Biblia nos narra que desde el Génesis hasta el Apocalipsis, a todas esas personas que formaron parte de la congregación de Dios, Él les dio sus mandamientos para que pudieran recibir las bendiciones.
El libro de Hebreos en su capítulo 11 nos narra ejemplos de hombres y mujeres que vivieron en comunión con Dios y que a su vez convivieron con personas de la misma fe, que por sus ejemplos perseveraron en las promesas.
En el libro de los Hechos cuando se celebraba la fiesta de Pentecostés, había tal comunión con Dios, que la manifestación del espíritu se derramó con todos los presentes. Y llevaron su comunión en manifestación espiritual y material, porque todo compartían, sin frenar su corazón a mostrar el agradecimiento que sentían hacia Dios, porque estaban recibiendo de sus bendiciones y lo reconocían.
“Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común.”
Hechos 4:32-35 (RVR60) –
“Y se dedicaban continuamente a las enseñanzas de los apóstoles, a la comunión, al partir el pan y a la oración.”
Hechos 2:42 (LBLA) –
Los mandamientos de Dios que nos invitan a la comunión
Y al lugar que Jehová vuestro Dios escogiere para poner en él su nombre, allí llevaréis todas las cosas que yo os mando: vuestros holocaustos, vuestros sacrificios, vuestros diezmos, las ofrendas elevadas de vuestras manos, y todo lo escogido de los votos que hubiereis prometido a Jehová.
Deuteronomio 12:11.
12 Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo. 13 Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu.
1 Corintios 12:12, 13
Todos los mandamientos puestos en la Biblia desde la antigüedad hasta nuestros días, buscan que en comunión sea donde trabajemos nuestra santidad, y pongamos por obra las enseñanzas, a fin de que seamos perfectos.
Los beneficios de vivir en comunión con Dios y con personas que practican la misma fe
21 en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; 22 en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu.
Efesios 2:21-22 Reina-Valera 1960
En la carta a los Efesios nos describe cómo al ser incluídos en un cuerpo espiritual, o un edificio como el templo que se construyó por Salomón, vivimos en la práctica de los mandamientos y nos fortalecemos por la comunión. Todo el trabajo que en este edificio se desarrolla, primero es beneficio para quien se involucra en los trabajos y de la misma manera para los que reciben los esfuerzos de quién trabaja.
“Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.”
Mateo 5:16 (RVR60) –
Una comunidad de fe proporciona un lugar desde el cual podemos irradiar la luz de Cristo al mundo. Compartir nuestras experiencias y testimonios fortalece el testimonio colectivo y facilita la evangelización.
“Hermanos, si alguno es sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradlo con espíritu de mansedumbre, mirándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado. Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo.”
Gálatas 6:1-2 (LBLA) –
En una comunidad de fe, existe la responsabilidad mutua de corregir con amor y humildad. Esta corrección fraternal contribuye al crecimiento espiritual y a la santidad colectiva.
La transformación personal en una comunidad de fe
“y considerémonos los unos a los otros para estimularnos al amor y a las buenas obras, no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca.”
Hebreos 10:24-25 (LBLA) –
La comunión con Dios, está ligada a la participación de grupos de personas que comparten la misma fe. La práctica de los mandamientos de Dios, nos llevan a tener comunión con los demás. Nuestra salvación depende de poner por obra estos mandamientos con las personas que nos rodean.
Para lograr este objetivo Dios diseñó una congregación, que hoy es el cuerpo de Cristo, en el que se busca cumplir con las cosas que encomiendo Dios en su Palabra. Todo con ayuda del mismo espíritu que dirige a los miembros para que lleguen al mismo pensamiento y el mismo sentir.
“Otra vez os digo, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra acerca de cualquier cosa que pidan, les será hecho por mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.”
Mateo 18:19-20 (LBLA) –
Participar en una comunidad de fe nos brinda la oportunidad de orar juntos. La oración conjunta tiene poder y la promesa de la presencia de Dios cuando nos congregamos en Su nombre.