Desde pequeños el mundo lo aprendemos por medio de nuestros sentidos. Aún en el vientre somos formados por esas sensaciones y movimientos. Influye de manera maravillosa lo que percibimos desde pequeños. Si este ambiente es el adecuado para adquirir aprendizajes que nos sean de beneficio, entonces creceremos con mejores herramientas para confrontar el mundo.
Muchas de las enseñanzas que recibimos, son contrarias a la construcción de una enseñanza sana. No las identificamos hasta que conocemos una forma contraria de actuar o pensar. Como ejemplo, si de pequeños crecemos con la idea de que hablar mal de los demás está bien, hasta que alguien adulto o alguna experiencia nos demuestre lo contrario, viviríamos con esa forma de pensar. Incluso esa realidad se puede convertir solo en la percepción de una sola persona, y llegar a creer que así funciona el mundo.
En la escritura de Dios, encontramos que para Él era muy importante que los Padres transmitieran a los hijos las enseñanzas que les daba. Que no cambiarán nada de lo que estaba escrito, y así los hijos pudieran tener un conocimiento más amplio de cómo funcionaba el mundo. No solo la creencia de una persona, sino todo poderlo comparar con las leyes que Dios daba.
Grábate en la mente todas las cosas que hoy te he dicho, 7 y enséñaselas continuamente a tus hijos; háblales de ellas, tanto en tu casa como en el camino, y cuando te acuestes y cuando te levantes. 8 Lleva estos mandamientos atados en tu mano y en tu frente como señales, 9 y escríbelos también en los postes y en las puertas de tu casa.
Deuteronomio 6:6-9
Como hijos a veces somos prisioneros de creencias, costumbres, conceptos, ideas y pensamientos que se alejan del conocimiento de Dios. Aunque tengamos conocimiento de la Biblia, podríamos estar adaptando ese conocimiento a nuestra necesidad.
¿De dónde aprendemos el amor?
Si el amor lo aprendemos de las comedias o películas de amor, tendremos en muchas ocasiones una versión fantasiosa de lo que verdaderamente es el amor. Como aquella historia donde hay príncipes y doncellas que necesitan ser rescatadas. Si todo ese conocimiento lo ponemos en balanza con las enseñanzas de Dios, descubriremos el gran abismo que hay entre una y otra.
Con esta idea que planteamos, podrías hacer el ejercicio para ver de qué puedes ser prisionero. Y no importa nuestra edad, a veces hay viejos que descubren que estuvieron haciendo las cosas mal. A ellos ya no les cuesta tanto trabajo cambiar, porque saben el valor del tiempo. Entonces si descubres que hay algo de lo que eres prisionero ¿estarías dispuesto a ser libertado y que abrieran tus ojos?
La verdad de Dios nos liberta
31 Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; 32 y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. 33 Le respondieron: Linaje de Abraham somos, y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: Seréis libres?
34 Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado. 35 Y el esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo sí queda para siempre. 36 Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres. 37 Sé que sois descendientes de Abraham; pero procuráis matarme, porque mi palabra no halla cabida en vosotros. 38 Yo hablo lo que he visto cerca del Padre; y vosotros hacéis lo que habéis oído cerca de vuestro padre.
Juan 8:31-38
Es así como todas las creencias contrarias a la Voluntad del Dios Todopoderoso se confrontan para ser vencidas con la Verdad. La libertad viene por el conocimiento de la Verdad, para que seamos verdaderamente libres.