Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios.
Romanos 7:22
¿Te has dado cuenta de las dos naturalezas que tenemos y cómo se manifiestan? Debemos conocer y controlar cada una de ellas para poderlas dominar, y no que ellas nos dominen a nosotros. La Biblia nos enseña que nuestra lucha interior viene del conocimiento del pecado, cuando conozco que puede haber pecado en mí, entonces necesito algo que ponga freno a mi mal actuar, porque si sigo actuando de la misma forma me puedo afectar a mí y a los que me rodean.
Para frenar mi mal actuar, Dios nos ha dado una ley, la cual atiende todas las necesidades de una de las naturalezas que nos compone y es la carnal. El hombre carnal nos puede dominar y buscar satisfacer sus necesidades dejando de lado la parte espiritual; por esta razón es muy importante que podamos entender cómo funciona y someterlo cuando no haga nuestra voluntad según lo que hemos recibido de Dios.
Cada momento de cada día tiene potencial para adquirir experiencia personal –ya sea observando una hoja caer de un árbol o apreciando las maravillas del cuerpo humano-, desafortunadamente ignoramos frecuentemente lo que está frente a nuestros propios ojos, a través de experiencias de vida significativas o eventos mundiales extraordinarios; y mientras más egocéntricos somos, más grandiosa tiene que ser la experiencia para lograr desviar nuestra atención de nosotros mismos hacia otra cosa.
La lucha interior que hay en el hombre que desea hacer el bien, pero descubre cosas que se manifiestan en su propia naturaleza y que detienen la exteriorización de las espirituales, podemos aprenderla con el apóstol Pablo, quien expresa lo siguiente: “Porque no hago el bien que quiero; mas el mal que no quiero, este hago. De manera que yo no obro aquello, sino el pecado que mora en mí.” (Romanos 7:19, 17).
Jesús nos dice que podemos tener esta dificultad cuando hablando con sus discípulos dice: “Velad y orad para que no entréis en tentación: el espíritu a la verdad está presto, más la carne enferma.” (Mateo 26:41). Pablo en otro momento afirma severamente: “¡Miserable hombre de mí! ¿Quién me librará del cuerpo de esta muerte?” “Gracias doy a Dios por Jesucristo nuestro Señor.” (Romanos 7:25).
Cuando identificamos que estamos siendo dominados por esa naturaleza carnal, y nos hemos dispuesto a cambiar hábitos, costumbres y pensamientos que nos pueden dañar, Dios nos recomienda que no lo hagamos solos, Cristo está ahí para ayudarnos a limpiar todo lo malo, no parece fácil porque nos gusta hacer las cosas por nosotros mismos; pero en Cristo podemos lograr lo imposible: “Andad en el espíritu y no satisfagáis la concupiscencia de la carne: y estas cosas se oponen la una y la otra, para que no hagáis lo que quisiereis.” “Mas si sois guiados del espíritu, no estáis bajo la ley.”.
Nuestra batalla es constante, todos los días nos enfrentamos a decisiones importantes que determinarán la salud de nuestro ser, la firmeza con la que procuremos llevar nuestra vida nos ayudará a tener un mejor equilibrio, dominando el hombre carnal poniéndolo en servidumbre de Dios, manifestando obras que son guiadas por el Espíritu de Dios, haciéndome limpio de toda maldad. Por que muchos decimos ser buenos; pero la bondad se muestra cuando abandonamos aquellas costumbres que buscan el beneficio de uno mismo y no de los demás, pues cuando hacemos una elección debemos pensar en cómo va beneficiar mi decisión a otros. Si no es así, cometemos un error, el ser humano depende de su prójimo, depende de una cabeza que es Jesucristo y depende de un solo Dios que nos promete vida si dominamos la naturaleza inclinada a la carne que nos puede dejar varados en este desierto.