Los que nos vemos plenamente identificados con los actos de justicia, nos sentimos indignados cuando vemos la realidad que pasa alrededor del mundo con la injusticia que practican las instituciones, los negocios y las personas que están involucradas. Nos indignamos con la crueldad con la que tratan a los animales, hay deporte que mata por placer creyendo que somos superiores; también en la falta de humildad con el pobre cuando solicita atención ante las autoridades, vemos injusticia porque según el poder económico que se tenga, es el favor de la justicia en el mundo. Vemos injusticia cuando las grandes empresas incrementan los precios de los productos por encima de los reales.
Somos las personas que nos identificamos con las palabras del Creador, pues el eterno insiste: “La justicia, la justicia seguirás, porque vivas y heredes la tierra que Jehová tú Dios te da” (Deuteronomio 16:20). Algo que no debemos abandonar, un llamado a todos los que seguimos la justicia, es seguir con ella hasta que venga aquél que pondrá justicia en el mundo, jamás debemos modificar nuestros nobles pensamientos, aún cuando veamos diariamente actos de injusticia y las acciones ingratas y desleales sean mayores.
La injusticia en los tiempos de Noé fue tan grande que Dios prefirió dar muerte a tales gentes, y reiniciar al mundo con un hombre justo y su casa.
Si estuvieren en medio de ella estos tres varones, Noé, Daniel, y Job, ellos por su justicia librarán su vida, dice el Señor Jehová. (Ezequiel 14:14).
Muchas ocasiones la injusticia aparece en casa, en la esfera familiar, los mismos padres y hermanos son los que nos defraudan practicando la injusticia, ahí resalta la figura de Job que fue recto toda su vida, aún cuando sus amigos y su familia no entendían lo que le estaba pasando y en su ignorancia le decían que negara a Dios, Job fue fiel hasta la muerte. Nuestro Señor Jesucristo quien padeció de propios y extraños, los de su casa ignoraban el propósito de su venida, y aquellos que lo negaron, deseaban su muerte. Cristo cumplió su propósito de venir al mundo a darnos vida y con ello la oportunidad para que la humanidad sea salva. La justicia se cumplió en Cristo, logrando la justificación del impío y el pecador (Romanos 5:1).
Así que no decaiga nuestro deseo de buscar la justicia divina, aquella que consiste en guardar los mandamientos de Dios (Salmos 119:172). Y si alguno, en algún momento ha desviado su camino contaminado por los caminos del mundo cuidemos de poner por obra las recomendaciones del Creador: “Y tendremos justicia cuando cuidáremos de poner por obra todos estos mandamientos delante de Jehová nuestro Dios, como él nos ha mandado” (Deuteronomio 6:25).
Somos amados de Dios si perseguimos la justicia y si estamos plenamente convencidos de no cambiar esa justicia por monedas de cobre.
“Abominación es á Jehová el camino del impío: Mas él ama al que sigue justicia.” Proverbios 15:9