¿Has tenido la dicha de conocer el mar, caminar por sus playas y sentir la arena debajo de tus pies, como una ola los acaricia para después volver a su lugar? ¿Has tenido la oportunidad de ver como la fuerza de sus olas mueven a lo lejos una grande embarcación? ¿Viste el lugar exacto en donde se unen mar y río, donde una delgada línea impide que se junten por completo y ni aun el mar con su imponente fuerza puede ocupar por completo el lugar del río para salar sus aguas?

El pueblo de Israel en su trayecto al salir de Egipto vio frente a sus ojos como esta potencia fue quebrantada en dos para permitir que ellos pasaran en medio de sus aguas para poder ser librados del pueblo egipcio(Éxodo 14:13-16). Tres días después, el pueblo se encontraba sediento por caminar en el desierto sin nada que los hidratara, para su fortuna llegaron a un lugar donde encontraron agua, pero la alegría no duró mucho, pues al beberla notaron que era amarga, no podían tomarla(Éxodo 15:23). Cualquiera podría pensar que fue lógica su reacción, enojo, desesperación, hasta hablar mal de su líder Moisés, pero solamente tres días atrás habían visto como el poder de Dios abrió la mar frente a sus ojos, permitirles beber el agua, no debía parecer algo complicado en la mente de los Israelitas; bastó introducir un árbol en sus aguas y listo, agua dulce para que el pueblo pudiera ingerirla, una vez Dios mostraba su poder por medio del agua.

Hablar de este elemento es muy usual por nuestro Dios, un líquido vital que conforma la mayor parte de nuestro ser y del planeta en el que vivimos y que también para nosotros representa su Palabra que es su doctrina (Dt. 32:1-2, Isaías 55:10-11).

Es agua dulce, agua fresca que hidrata nuestro espíritu y nos impide morir en este desierto, por eso Jesucristo hablaba de ella (San Juan 4:14 y 6:35). Vivimos rodeados de agua salada, agua que no podemos consumir: esas doctrinas que tú y yo conocemos y con las cuáles no podemos mezclarnos. Dios nos delimita para que jamás nuestra agua dulce se vuelva amarga, porque esa agua amarga es doctrina de hombres, (Mateo 15:9) y debemos de tener mucho cuidado (1ª Timoteo 4:16).

 

Dentro de ti corre este agua dulce, que puede saciar la sed de cualquiera que te escucha, recuerda que Dios tiene la capacidad de endulzar el agua, permitió que su árbol de la vida nos tocara para beber de este agua, lamentablemente con nuestras acciones, pensamientos, comenzamos a diluirnos poco a poco con el agua que nos rodea, no lo permitas, detecta tus errores, pídele a Dios que te los muestre, si es necesario escríbelos y propón corregirlos, verás que Dios no te deja solo y te ayudará para que dentro de ti siga fluyendo el agua de vida, somos 100% agua, agua de Dios, recuérdalo, vívelo, retroalimenta tu vaso o tu alma, escudriñando el Sagrado volumen que es la fuente divina (Juan 5:39).

Escrito por: Nathanael Durón, Saltillo Coahuila, México.

BOLETIN N24 VISION JIDI mayo_junio 2014

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