“Que en aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la república de Israel, y extranjeros a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo. Mas ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo.”
(Efesios 2: 12,13)
Dios ha dado a su pueblo el don más grande que podamos imaginarnos: su amor ilimitado, el cual ha comprobado y demostrado mediante el sacrificio personal de su Hijo. Cuando pensamos en la cruz de Cristo, nos vemos cara a cara con el tema central, el propósito mismo de nuestra vida. Dios nos ha redimido de una vida inútil, carente de esperanza y sentido, para que participemos de una nueva vida en su reino.
Con esta nueva ciudadanía, el odio, la envidia, y los prejuicios han sido reemplazados por el amor. La desesperación ha dado paso a la esperanza y el valor. La venganza ha sido suplantada por el perdón, la codicia por la bondad, y la intolerancia por la misericordia. El Dios que nos dio vida verdadera mediante la fe en su hijo nos llama a tener ese mismo amor en nosotros y a expresarlo a nuestros semejantes. La cruz de Cristo, pues, se convierte en punto de referencia para todo cristiano. Vivimos en la sombra de aquella gran manifestación del amor infinito de Dios. Cuando nos vemos ante las difíciles decisiones morales que se nos presentan en la sociedad moderna, la realidad sin paralelo de aquello que la cruz simboliza, nos llena del poder de Dios mediante Jesucristo, el poder que nos permite seguir los pasos de Jesús, quien dio su vida por nosotros.
Con la cruz de Cristo como punto de referencia en nuestra vida, podemos llevar una vida de “…amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor suave” (Efesios 5:2)
Mediante la Cruz, Jesús derrotó rotundamente las obras del diablo. Tomó sobre sí todos los pecados de la humanidad, y al hacerlo, rompió el yugo de la esclavitud humana y la corrupción y la maldad. Y su victoria absoluta fue declarada en supremo poder espiritual mediante su resurrección (Romanos 1:3,4).
En nuestra Mente y corazón, está grabada una verdad: Dios nos ama hasta el punto de haber entregado a su hijo por nosotros. Gracias a ello nos llenamos de valor para afrontar las dificultades del presente y tenemos la vibrante esperanza de un futuro mejor para la humanidad, desde luego todo ello renovado constantemente por la fe en aquel cuya sangre nos limpia de todo pecado. (Filipenses 4:13; 1ª Juan 1:7).
Cuando necesitemos ayuda espiritual para seguir adelante, recordemos la prueba absoluta del amor insondable de Dios: la cruz de Jesucristo. Y recordemos que Jesús no se quedó en la cruz, sino que resucitó y ahora está “…a la diestra del trono de Dios” (hebreos 12:2), habiéndonos redimido para Dios mediante su sangre. “ Y cuando hubo tomado el libro, los cuatro animales y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero, teniendo cada uno arpas, y copas de oro llenas de perfumes, que son las oraciones de los santos: Y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro, y de abrir sus sellos; porque tu fuiste inmolado, y nos has redimido para Dios con tu sangre, de todo linaje y lengua y pueblo, y nación; (Apocalipsis 5:8,9).
Al ver claramente lo que Dios ha hecho por nosotros, no podemos menos que adorarlo y honrarlo guardando su mandamiento de amarnos unos a otros. En términos prácticos, si a Usted le es difícil perdonar a su cónyuge, a su hermano, etc., Si lucha con diversos pecados. Si está envuelto(a) en tácticas de negocios indebidas, ¡recuerde la muestra de amor que Dios nos dio!
Jesús dijo: “Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos traeré a mí mismo”. (Juan 12:32) Dios nos atrae a Jesús cuando nos convertimos; pero además, todos debemos sentirnos siempre atraídos a ese suceso trascendental como nuestro punto de referencia indispensable para la vida verdadera. “la cruz de Cristo” hecho que refrenda el gran amor del Creador y su hijo, y que además da valor y ánimo para resistir hasta el final la buena batalla de la fe.
Reedición del boletín Bethesda Año 17 No. 561