Hace más de mil novecientos años que nuestro Señor Jesucristo dijo a sus seguidores que si querían tener vida eterna y resucitar en el día postrero, era menester comer su carne y beber su sangre, porque su carne era verdadera comida, y su sangre verdadera bebida. Esto era tan importante, que les enfatizó esta necesidad. Pues solamente los que participen de esa clase de alimento vivirán con él.
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