“ Por nada estéis afanosos; sino sean notorias vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con hacimiento de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepuja todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros entendimientos en Cristo Jesús.”
(Filipenses 4: 6,7)
La influencia de la oración es algo que solamente los que han saboreado las bendiciones de la oración podrán explicar. Santiago dice: “…No tenéis lo que deseáis, porque no pedís”. (Santiago 4:2) El gran maestro que nos trazó el sendero de la oración también dijo: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá” (Mateo 7:7)
Sí la oración es la vida de un hijo de Dios; de ahí que no pueden existir hijos sin tener el hábito de la oración. Podemos ser cristianos de nombre, pero a la hora de comunicarnos no lo hacemos con aquel que da y que arregla todas las cosas. Como un deber, o como un privilegio, el cristiano debe orar con entera confianza, con una completa seguridad de que el Señor no lo desechará, Cristo dice: “ El que a mí viene, no lo echo fuera…” Por eso el Apóstol Pedro nos aconseja de esta manera: “Echando toda nuestra solicitud en él, porque él tiene cuidado de nosotros” (1ª. Pedro 5: 7). Al orar debemos tener confianza de ser oídos, al pedir debemos tener seguridad de recibir como dice el Apóstol Juan: “Esta es la confianza que tenemos en él, que si le demandaremos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye”. (1ª. Juan 5: 14). Debemos demandar conforme a su voluntad, para pedir solamente lo que es bueno y útil para nuestra vida. Pablo decía “Oraré con el Espíritu, mas oraré también con entendimiento…” (1ª. Corintios 14:15 ).
La influencia de la oración está manifiesta a través de muchos ejemplos de grandes personajes bíblicos que han sabido confiar cuando hacen alguna petición.
Abraham oró sobre el monte, y Dios le proveyó de un animal para el sacrificio en lugar de su hijo; Elías oró al estar con los Baales para que Dios consumiera el sacrificio, y Dios lo escuchó inmediatamente. En otra ocasión oró para que no lloviera tres años y seis meses y Dios le oyó, igualmente después oró para que descendiera la lluvia y ésta descendió; David oró estando en la cueva y Dios le dio fortaleza; Salomón oró en el Templo, pidiendo que el santuario fuera lleno con la gloria de Dios, y El Creador le dio una maravillosa contestación; Jeremías oró estando en un calabozo, y estando abatido, recibió el consuelo y fue exaltado.
Cristo oró en el huerto, y nuestro Padre Celestial le envió un ángel para consolarlo y le diera fortaleza. La Iglesia oró por Pedro cuando estaba en la cárcel y Dios inmediatamente contestó maravillosamente, de igual manera cuando Pablo estuvo preso, los cimientos de la cárcel se cimbraron, quedando libres todos los presos y causando la conversión del carcelero y su familia. Juan oró en la Isla de Patmos, y Dios le dio las visiones proféticas sobre las cosas que habrían de suceder presto.
Qué es lo que hizo todo esto? Indudablemente que la fe, porque “ sin fe es imposible agradar a Dios” (Hebreos 11:6). La fe es la llave para abrir las puertas de la misericordia de Dios, por eso el Señor Jesús decía: “…Es necesario orar siempre y no desmayar ” (Lucas 18:1).
El poder de la oración es infinito, y mientras más consagrados estemos en la oración, más conoceremos de su infinita bondad, para darnos conforme a su voluntad. Qué grandes cosas podríamos hacer por medio de la oración? Muchas, pero si nos falta la fe, nos falta la llave principal para abrir la voluntad de Dios a complacernos en nuestras peticiones.
Y para terminar este bosquejo, recordemos las palabras del Apóstol Pablo:
“Por nada estéis afanosos; sino sean notorias vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con hacimiento de gracias..” (Filipenses 4: 6,7)
Y confirmaremos que en verdad influye mucho en nuestro favor el que OREMOS CON FE, y este ejercicio (orar) sea constante.