¿Para qué esforzarse si el destino del hombre ya ha sido anunciado y predestinado antes de la fundación del mundo? ¿Para qué amar si todo se ha vuelto oscuro y cruel contra uno mismo y los que nos rodean? Las esperanzas son para gente fuera de este mundo, la fe que uno pueda tener en el hombre tiene un breve aliento de vida, somos decepcionados y traicionados por los que en un tiempo confiamos.
El bien y el mal nos ha sido presentados como una elección de cada día, limitándose sólo a dos opciones: hacer el bien o hacer el mal. Cada momento en el que respiramos y tratamos de entender nuestra existencia, hemos conocido los errores de nuestro semejante desde el inicio de los tiempos, siempre inclinándose al mal y al perecer de esta tierra.
Reiniciamos el proceso y tratamos de evitar el destino que nuestros antepasados han tenido; pero nuestra esperanza se ve disminuida por la falta de aprendizaje y acción en lo que aprendemos, no basta con retener esas palabras en nuestra mente, estudiar la historia y leer sobre los hombres que mostraron valor y fe para cambiar el rumbo de nuestros tiempos. Ahora vemos que las señales nuevamente se están cumpliendo y es tiempo de tomar las decisiones correctas, transformarnos y extender nuestra visión, sabiendo que nuestra vida y el tiempo no termina aquí. El aferrarnos a las cosas materiales y los seres queridos que pensamos que amamos, pero que no ayudamos para que logren llegar a ese objetivo, sólo nos detienen en nuestro verdadero propósito, echamos raíces en esta tierra ignorando lo que ya ha sido planeado para la humanidad ¿y para que una vida donde el Creador sabe ya el desenlace de la historia? Por más que nos esforzamos pareciera que no llegamos a ningún lugar. La mente es limitada y en el espacio termina, esto es lo que alcanzamos vislumbrar, es el ciclo del ser humano y de toda criatura de Dios: “nacer – crecer – reproducirse – morir”. Un ciclo que nos obliga a explotar los tiempos, un ciclo que no ve nuestra vida más allá; no alcanzamos a ver las obras que podemos o podremos realizar en una eternidad, por el miedo a separarnos de las cosas que poseemos ahora. Porque esta es nuestra realidad por ello necesitamos ser transformados, no para heredar una tierra material. Este ser necesita ser más espiritual y lo podemos lograr en este intervalo no esperando que alguien venga a transformarnos.
Aprovechemos la oportunidad que tenemos hoy de vivir en un cuerpo que no es el nuestro, cuidemos de este cuerpo como lo más preciado que podamos tener porque es creación de Dios. Cuidemos nuestra alma de todo pensamiento vano, de toda envidia, odio o rencor. Cuidemos nuestro espíritu y recibamos el alimento del cielo que será lo que nos dará energía para pasar a otra vida. No forcemos las cosas a nuestro entendimiento, entre más rápido aceptemos la voluntad de Dios mejor desarrollaremos nuestras capacidades para hacer el bien a la humanidad.
No podemos conformarnos a este siglo ya que todo será transformado y en un abrir de ojos la tierra y las cosas como las conocemos ya no estarán y podría ser demasiado tarde para arrepentirnos. Y si hay alguna energía que estemos dispuestos a deslindarnos de ella, que sea para saltar como fuentes de vida eterna, ver la luminosidad con la que nuestro Dios alumbraba en el principio, los astros, las estrellas, las cosas que no alcanzamos a comprender son elementos para ponernos justamente donde debemos estar. El mal ha existido siempre, y nos podemos preguntar si en realidad vale la pena ir contra la corriente, ser señalado o tachado y en tiempos venideros perseguidos por nuestras creencias. Un día dormiremos; pero hoy que tenemos la oportunidad, luchemos hasta el alba para conseguir la bendición de Dios, no nos vayamos de este mundo sin ella, respiremos haciendo el bien, amemos y dejémonos amar, inspeccionemos en nosotros para encontrar la imagen de nuestro Padre porque la vida que tenemos no nos pertenece, pasado y presente todo ha sido ya escrito y con cada acto de caridad o cada crimen que podemos cometer definimos nuestro propio futuro. No podemos quedarnos expectantes ante la injusticia, podemos pelear para ser justos, cada uno de esos actos son una puerta que se abre, una oportunidad de crecimiento y alimento para el ser espiritual.
Veamos más allá de lo que nuestros ojos ven y que con tierra muchos han sido ensuciados, no estamos separados, la separación es sólo una ilusión, al final seremos sólo un pueblo amándonos los unos a los otros junto con el hijo de Dios, un ser espiritual conformando un solo cuerpo para darle gloria y honra al Dios verdadero. Puede que suframos y sea más difícil vivir así buscando hacer el bien en nuestros tiempos; pero no hay descanso hasta el llegar. Día con día, minuto a minuto, las palabras, las acciones, las decisiones que tomemos que sean hacia el objetivo más grande que tenemos como hijos de Dios, que podamos ser llamados así en otra vida y en la tierra que todos queremos entrar nuestro espíritu junto con todo lo que vemos en este mundo transformado para culminar con la obra perfecta de nuestro Dios que somos cada uno de nosotros.
Y no se adapten (no se conformen) a este mundo, sino transfórmense mediante la renovación de su mente, para que verifiquen cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno y aceptable (agradable) y perfecto.
Romanos 12:2