El pueblo de Israel siempre contó con la bendición de haber sido el pueblo elegido por Dios, un pueblo que por amor escogió de todo el resto de la tierra. Lo eligió para hacer un pacto; les daría leyes escritas en sus corazones para que las guardaran. Tendrían por recompensa la vida eterna y la tierra por heredad.

Dios sabía que sería un pueblo duro de cerviz y que sería necesario llamar a las gentes que no pertenecían a este pueblo, una iglesia que también estaba deseosa de escuchar su palabra y de gozar de las mismas promesas hechas en Abraham.

 Y dejaré en medio de ti un pueblo humilde y pobre, el cual confiará en el nombre de Jehová. (Sofonías 3:12)

Los profetas ya anunciaban que era necesario llamar a los que eran considerados como incircuncisos por los mismos judíos, esto los movería a celos y recordarían el pacto que habían hecho con nuestro Dios. Un pueblo que había sido menospreciado por los judíos, donde sus ojos no volteaban por la falta de misericordia, su juicio sólo veía lo que estaba delante de sus ojos, con corazones endurecidos juzgaban e impedían que se acercaran a las promesas.

Ellos me movieron a celos con lo que no es Dios; Me provocaron a ira con sus ídolos; Yo también los moveré a celos con un pueblo que no es pueblo, los provocaré a ira con una nación insensata. (Deuteronomio 32:21)

Los gentiles serían injertados a la buena Oliva, donde pensaban que no tenían cabida, nuestro Dios por su infinita misericordia abre un espacio para que entren los que no eran parte del pueblo de Dios por medio de Jesucristo. Gentiles que como acebuches no pueden llevar fruto por sí solos. Dios abrió la puerta para que entraran y junto con los judíos fueran herederos de las promesas.

Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia. (1 Pedro 2:9,10)

¿Y qué, si Dios, queriendo mostrar su ira y hacer notorio su poder, soportó con mucha paciencia los vasos de ira preparados para destrucción,  y para hacer notorias las riquezas de su gloria, las mostró para con los vasos de misericordia que él preparó de antemano para gloria,  a los cuales también ha llamado, esto es, a nosotros, no sólo de los judíos, sino también de los gentiles? Como también en Oseas dice: “Llamaré pueblo mío al que no era mi pueblo, y a la no amada, amada. Y en el lugar donde se les dijo: Vosotros no sois pueblo mío, allí serán llamados hijos del Dios viviente”. (Romanos 9:22-26).

Dios es Dios de judíos y gentiles y ahora reconocemos que desde antiguo, nos había considerado dentro de sus planes, para que formaramos parte de su Iglesia. Había previsto para nosotros que después de haberse predicado el evangelio al pueblo judío, también se le predicaría por medio de los apóstoles a todos los gentiles. Jesucristo es el medio de salvación para ambos pueblos, con su muerte derribó la pared intermedia que nos separaba.

Por tanto, acordaos de que en otro tiempo vosotros, los gentiles en cuanto a la carne, erais llamados incircuncisión por la llamada circuncisión hecha con mano en la carne.  En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo. Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo.  Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades. (Efesios 2:11-16)

Los que ahora entendemos este mensaje, no hay mejor forma de agradecerle a Dios que con nuestra obediencia, valorando el sacrificio único y verdadero que fue entregado por nosotros. Valorando que se nos haya permitido ser parte de su amada iglesia.

Bien; por su incredulidad fueron desgajadas, pero tú por la fe estás en pie. No te ensoberbezcas, sino teme.  Porque si Dios no perdonó a las ramas naturales, a ti tampoco te perdonará.  Mira, pues, la bondad y la severidad de Dios; la severidad ciertamente para con los que cayeron, pero la bondad para contigo, si permaneces en esa bondad; pues de otra manera tú también serás cortado. (Romanos 11:22-22)

Así Jesucristo es el deseado de nosotros para traer paz y justicia al mundo que esta lleno de ignorancia y maldad. Desde la antigüedad Jehová sabía que su pueblo erraría y también que a los gentiles se les impediría el acceso a las promesas. Invaluable el sacrificio de Jesucristo para que ahora los gentiles podamos junto con los judíos que creyeron en Jesucristo, seguir con el linaje santo en espíritu que teme a Dios y que le busca todos los días que nos sean concedidos de vida.

Porque así dice Jehová de los ejércitos: De aquí a poco yo haré temblar los cielos y la tierra, el mar y la tierra seca; y haré temblar a todas las naciones, y vendrá el Deseado de todas las naciones; y llenaré de gloria esta casa, ha dicho Jehová de los ejércitos.  Mía es la plata, y mío es el oro, dice Jehová de los ejércitos. La gloria postrera de esta casa será mayor que la primera, ha dicho Jehová de los ejércitos; y daré paz en este lugar, dice Jehová de los ejércitos. (Hageo 2:7-9)

Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo.  Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos. (Hechos 4:11,12)

Reedición del tema "La iglesia de Dios en la profecía" 5 de Enero de 1980. Cuaderno de estudios bíblicos para adultos de la Iglesia de Dios (israelita) Enero - Junio 1980

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