Pentecostés es una de las tres fiestas de Dios en el año y se conoce muy poco, incluso los que la conocen muchas veces la menosprecian. Pero la realidad es que no deja de ser muy especial para nosotros, quien aprende a aprovecharla se lleva una de las bendiciones más grandes de Dios, así que vamos a mencionar unos de los aspectos más relevantes de esta solemnidad.
Tal vez lo hemos visto en películas o leído de alguna forma, pero la entrega de la ley a Moisés ocurrió en una fiesta de Pentecostés. Se llama la fiesta de las semanas porque a partir de la culminación del Omer (Levítico 23:15) se cuentan 7 semanas y de ahí su nombre. Pentecostés es una palabra griega que quiere decir quincuagésimo y nos llevaría a ese hermoso evento en el monte Sinaí donde se entregaron los diez mandamientos.
Y habló Jehová con vosotros de en medio del fuego: oisteis la voz de sus palabras, mas á excepción de oir la voz, ninguna figura visteis: Y él os anunció su pacto, el cual os mandó poner por obra, las diez palabras; y escribiólas en dos tablas de piedra. (Deuteronomio 4:12,13)
El pueblo de Israel viajó a través del desierto hasta el monte Sinaí después que salieron de Egipto en la noche de Pascua, como leemos en Deuteronomio, fue en ese lugar que anunció un pacto a su pueblo y a todo extranjero que quisiera abrazar su ley.
Tal vez nos distraigamos mucho de celebrar esta fiesta con mucho corazón, porque las otras fiestas tienen mucho simbolismo que podemos practicar. Por ejemplo la pascua tiene tres elementos hermosos que nos ayudan a conectar con su objetivo: El pan, el vino y el lavatorio de pies. Las cabañas que son 8 días y 7 de ellos son repletos de palmas, pino y mucha fruta, acabando con un octavo lleno de esperanza, fe y bendición. Pero pentecostés no es así, los elementos que tenemos son conmemorativos, de remembranza y si buscamos aprovecharlos hay que recordar qué fue lo que se nos dió que la hace tan especial.
Guardaréis, pues, las palabras de este pacto, y las pondréis por obra, para que prosperéis en todo lo que hiciereis. Vosotros todos estáis hoy delante de Jehová vuestro Dios; vuestros príncipes de vuestras tribus, vuestros ancianos, y vuestros oficiales, todos los varones de Israel, vuestros niños, vuestras mujeres, y tus extranjeros que habitan en medio de tu campo, desde el que corta tu leña hasta el que saca tus aguas: Para que entres en el pacto de Jehová tu Dios, y en su juramento, que Jehová tu Dios acuerda hoy contigo: Para confirmarte hoy por su pueblo, y que él te sea á ti por Dios, de la manera que él te ha dicho, y como él juró á tus padres Abraham, Isaac, y Jacob. (Deuteronomio 29:9-13)
El pacto que hace nuestro Dios lo hace con ayuda de la ley para sus hijos, para que todo el pueblo la cumpla y puedan ser librados de la muerte. Con el cumplimiento de esta ley el pueblo podría gozar de la protección y bendición de nuestro Dios. Tanto judiós como los que habían salido de Egipto, todos podían acceder a la promesa del Dios Eterno.
La Biblia también asocia la fiesta de Pentecostés con la cosecha de trigo y frutas, y marca el momento en que se traían los primeros frutos al Sagrado Templo, como una expresión de agradecimiento (Éxodo 23:16, 34:22 y Números 28:26).
Así que en esta fiesta hay que aprender a saborear la ley de Dios; uno de los que nos recuerda que la ley de Dios es más dulce que la miel es el rey David: “Cuán dulces son á mi paladar tus palabras! Más que la miel á mi boca”. (Salmos 119:103) y otro salmo es “Deseables son más que el oro, y más que mucho oro afinado; Y dulces más que miel, y que la que destila del panal”. (Salmos 19:10) El amor a la ley de Dios se desarrolla con el estudio y la práctica de los mandamientos. Esta fiesta requiere de mucha de nuestra atención para alcanzar su potencial y escuchar verdaderamente a Dios en el monte.
En la segunda parte de este artículo comentaremos de un elemento que es muy especial en esta festividad, sin este elemento seguramente nos perderíamos muchos aún conociendo la ley de Dios.