Las guerras se originan en todo lugar, lamentablemente la historia nos demuestra que los hombres no han sabido lidear contra sus propios deseos como: querer tener la razón, dominar a otros, conquistar, ser los primeros, etc. Aunque Dios enviaba a su pueblo a guerra, y se confrontaban con pueblos más poderosos, Dios cuidaba a su pueblo para que tuviera paz. Si el pueblo enemigo se negaba a tener paz entonces el pueblo de Dios los confrontaba por que se hacían los enemigos de Dios. La confrontación trae calamidad y sufrimiento, esto es lo que a nuestro adversario el Diablo le agrada, poner a todos en contra de su prójimo para que mueran espiritualmente.

Dios previene las guerras

Entonces comenzaremos a ver cómo previene Dios la guerra con sus mandamientos, que si el pueblo los cuidaba para poner por obra, entonces no habría lugar a la guerra y los confrontamientos entre los hombres.

Cuando te acerques a una ciudad para combatirla, le intimarás la paz. Y si respondiere: Paz, y te abriere, todo el pueblo que en ella fuere hallado te será tributario, y te servirá. Mas si no hiciere paz contigo, y emprendiere guerra contigo, entonces la sitiarás. Luego que Jehová tu Dios la entregue en tu mano, herirás a todo varón suyo a filo de espada. (Deuteronomio 20:10-13)

En la primera parte de estos versos al combatir una ciudad no solamente nos enfrentamos a sus ejércitos, sino también a sus creencias, costumbres, ideologías, etc. Cada aspecto que tiene la gente de aquel pueblo serán causas de no poder hacer paz con ellos. El fanatismo, los falsos profetas y falsos cristos, son muestra de cómo puede una ideología ser la causa de muerte de muchas personas. Por esa necesidad Dios enseñaba a adorar a un sólo Dios, para que el corazón del hombre no se contaminara y se desviara hacia la consecuencia de no hacer su voluntad. (Deuteronomio 30:17,18)

La siguiente parte de estos versos nos dice que hay que hacer todo lo posible por buscar la paz, tu corazón no puede estar inclinado de desear la muerte de tus enemigos, si los enemigos no acceden a las peticiones, entonces Dios defenderá a su pueblo.

Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres. (Romanos 12:18)

En la última parte de los versos nos dice, si todo lo hacemos conforme a la ley, Dios nos bendecirá con la victoria. No habrá sufrimiento ni remordimiento al confrontarnos, porque no lo hacemos conforme a nuestro parecer, sino al de Dios.

Dos personajes bíblicos que nos van a mostrar las dos partes son el rey David y el rey Saúl. El rey Saúl representa un hombre que hizo su propia voluntad, aún teniendo el conocimiento de Dios, y el Rey David que busco el consejo de Jehová y aunque cometió errores se arrepintió de sus faltas y volvió al buen camino.

Rey Saúl haciendo su propia voluntad

Entonces los filisteos se juntaron para pelear contra Israel, treinta mil carros, seis mil hombres de a caballo, y pueblo numeroso como la arena que está a la orilla del mar; y subieron y acamparon en Micmas, al oriente de Bet-avén. (1 Samuel 13:5)

Hay una guerra contra los filisteos y el pueblo de Israel al ver el tamaño de su enemigo, temieron porque no sabían lo que les depararía, aunque Dios les había mostrado que podía entregar sus enemigos si guardaban sus mandamientos. Saúl había recibido una indicación por Samuel (1 Samuel 10:8), así lo hizo Saúl espero los siete días que le había dicho Samuel, pero el pueblo comenzó a desertar por que no tenía la certeza de qué es lo hiba pasar, el pueblo puso su confianza no en Dios, sino en el hombre. Saúl en su desesperación y falta de fe, pidió que le trajeran holocaustos y sacrificios, ( 1 Samuel 13:9,10) Samuel llegó cumpliendo su palabra pero Saúl quiso hacer su propia voluntad no buscando a Dios primero, recibe reprensión de Samuel por haber desobedecido al mandamiento de Dios. En esta parte de la historia vemos la consecuencia de querer hacer las cosas a nuestra voluntad, como hombres nos vamos a equivocar, porque eso somos, solamente hombres, pero nuestro Dios no se equivoca, él nos dará por Jesucristo la guía correcta para no caer en guerras innecesarias y las guerras no solamente son con los hombres, al ponernos en contra de la voluntad de Dios, nuestra guerra se convierte contra Él.

Porque este pueblo es rebelde, hijos mentirosos, hijos que no quisieron oír la ley de Jehová; que dicen a los videntes: No veáis; y a los profetas: No nos profeticéis lo recto, decidnos cosas halagüeñas, profetizad mentiras; dejad el camino, apartaos de la senda, quitad de nuestra presencia al Santo de Israel. Por tanto, el Santo de Israel dice así: Porque desechasteis esta palabra, y confiasteis en violencia y en iniquidad, y en ello os habéis apoyado; por tanto, os será este pecado como grieta que amenaza ruina, extendiéndose en una pared elevada, cuya caída viene súbita y repentinamente. (Isaías 30:9-13)

Esta no fue la única vez que Saúl fue rebelde con Dios, hay otras más que nos muestran que fue de mal en peor, que no pudo arrepentirse de su mal actuar, porque desde su perspectiva los demás eran los que estaban mal y él era el único que podía resolver las situaciones, toda su vida estuvo llena de confrontamientos, deseos de muerte y miedos incluso a los ungidos de Dios. Para esto te recomendamos que leas el capítulo 15, 18, 28 y 31 de 1 de Samuel.

David un hombre en busca del consejo de Dios

David siendo un hombre que era pastor, fue elegido por Dios para ser rey de Israel, el Todopoderoso lo eligió por lo que había en su corazón. Después que Saúl es rechazado por Dios, le pide a Samuel que unja a David (1 Samuel 16:7,13). La primera prueba que tiene David es pelear contra Goliath y derrotar a los filisteos, se presenta con el rey Saúl para pedirle que le deje confrontarse contra el enemigo del pueblo de Dios y es menospreciado, pero la respuesta de David y el espíritu de Dios que lo inspiró, fue lo que prosperó su causa.

David respondió a Saúl: Tu siervo era pastor de las ovejas de su padre; y cuando venía un león, o un oso, y tomaba algún cordero de la manada, salía yo tras él, y lo hería, y lo libraba de su boca; y si se levantaba contra mí, yo le echaba mano de la quijada, y lo hería y lo mataba. Fuese león, fuese oso, tu siervo lo mataba; y este filisteo incircunciso será como uno de ellos, porque ha provocado al ejército del Dios viviente. Añadió David: Jehová, que me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, él también me librará de la mano de este filisteo. Y dijo Saúl a David: Ve, y Jehová esté contigo. (1 Samuel 17:34-37)

La última parte de estos versos nos muestra como David confiaba en Dios y manifiesta que sus victorias se las reconocía a su Creador. Por esa razón David mata al gigante Goliath. A partir de ahí el favor de Dios continuó con David para que el pueblo reconociera la diferencia de dos hombres, aquel rey que ya había sido rechazado por Dios y el que estaba siendo prosperado en todo lo que ponía su mano. El hijo de Saúl llamado Jonathán fue un hijo de Dios que favoreció a David y lo ayudó en su causa; Michal hija de Saúl también en su amor protegió a David para que su padre no lo matara. A pesar de esta persecución David no quería lo mismo para el rey Saúl, porque a pesar de que David había sido ungido por Dios, no era aún reconocido por su pueblo para ser rey de Israel, Dios lo condujo para llevarlo a ocupar el trono que se le había concedido.

Y aconteció que cuando Saúl volvió de perseguir a los filisteos, le dieron aviso, diciendo: He aquí, David está en el desierto de En-gadi. Entonces Saúl tomó de todo Israel tres mil hombres escogidos, y fue en busca de David y de sus hombres por los peñascos de las cabras monteses. Llegó a unos rediles de ovejas en el camino, donde había una cueva, y Saúl entró en ella para hacer sus necesidades. Y David y sus hombres estaban sentados en los rincones de la cueva. Y los hombres de David le dijeron: Mira, este es el día del que te habló el Señor: He aquí, voy a entregar a tu enemigo en tu mano, y harás con él como bien te parezca. Entonces David se levantó y cortó a escondidas la orilla del manto de Saúl. Aconteció después de esto que la conciencia de David le remordía, porque había cortado la orilla del manto de Saúl. Y dijo a sus hombres: El Señor me guarde de hacer tal cosa contra mi rey, el ungido del Señor, de extender contra él mi mano, porque es el ungido del Señor. David contuvo a sus hombres con estas palabras y no les permitió que se levantaran contra Saúl. Y Saúl se levantó, salió de la cueva, y siguió su camino. (1 Samuel 24:1-7)

Esta es la muestra como un hombre de Dios nunca buscará la venganza, Dios nos enseña (Romanos 12:19) que las guerras entre nosotros nos son por deseos de Dios, vienen de nuestras propias concupiscencias (Tito 3:3). David es un ejemplo de Mansedumbre y de amor, que no regresaba mal por mal, ni maldición por maldición, buscaba la paz de Dios y poner por obra sus mandamientos. Tuvo errores como todo ser humano, pero se reivindicó, arrepintiéndose de sus faltas y confesando a Dios su necesidad de la instrucción suya. 

¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros? (Santiago 4:1)

Por medio de estos dos ejemplos esperamos en Dios que podamos ver que las guerras las podemos evitar, las guerras son constantes, día a día hay discusiones, separaciones, divorcios, demandas, juicios y condenas. Estas son las guerras que nos deben ocupar, para solicitarle a Dios la sabiduría para llevar paz y que se eviten los confrontamientos. 

Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza. No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal. (Romanos 12:20,21)

Venzamos al mal haciendo bien, si tenemos guerra hoy en día pero aprendamos cuál es nuestra guerra, no nos confundamos contendiendo con nuestro prójimo al tú por tú, nuestra batalla es contra los pensamientos, las costumbres, ideas, filosofías y ciencias que van en contra de Dios. Esa es nuestra batalla y primero Dios lo podremos estudiar en otra ocasión. Que Dios nos diga bendiciendo con su conocimiento.

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