Son tres fiestas en el año donde nuestro Dios por mandamiento nos pide que hagamos el sacrificio por estar completos; es decir, sin distracciones, que nuestro espíritu, alma y cuerpo se concentren en aprovechar lo que ha hecho Dios para nosotros. La última fiesta del año es una de las más felices, hemos recibido el justo juicio de Jehová sobre nuestras obras y se ha ido muy rápido. Puede que no alcancemos a considerar todo lo bueno que ha sido nuestro Dios.
Entre tantas cosas que han pasado en el año, estamos teniendo una enfermedad que ataca a los seres humanos, de todas las religiones, culturas e idiomas que nos podamos imaginar. Las noticias han cruzado por los diferentes medios informando sobre las cosas lamentables que están ocurriendo, algunas las entendemos, y otras tantas es la fe la que nos ayuda a aceptarlas y asimilarlas cuando leemos las Sagradas Escrituras. Pero, en todo el tiempo en que hemos estado en estas condiciones, Dios es fiel para los que guardan sus mandamientos, pues sus leyes nos han cuidado de no caer en errores y de prevenir males en nuestra comunidad.
Aunque los males han llegado a nuestras puertas, la oración nos ha mantenido unidos, buscando el bienestar del cuerpo espiritual, no siempre llega la respuesta que esperamos; pero Dios ha sido Misericordioso.
Esta es una razón a considerar para poder disfrutar de esta fiesta como única, y reconocer todo lo bueno que hay en nuestra vida. Hay cosas que no son para nuestra comodidad, como festejar la fiesta en nuestros hogares; pero ¡la podremos festejar! y ¡Dios quiere que estemos alegres, pues mientras haya vida, hay esperanza!
“Siete días celebrarás fiesta solemne a Jehová tu Dios en el lugar que Jehová escogiere; porque te habrá bendecido Jehová tu Dios en todos tus frutos, y en toda la obra de tus manos, y estarás verdaderamente alegre. Tres veces cada año aparecerá todo varón tuyo delante de Jehová tu Dios en el lugar que él escogiere: en la fiesta solemne de los panes sin levadura, y en la fiesta solemne de las semanas, y en la fiesta solemne de los tabernáculos. Y ninguno se presentará delante de Jehová con las manos vacías; cada uno con la ofrenda de su mano, conforme a la bendición que Jehová tu Dios te hubiere dado.”
(Deuteronomio 16:15-17)
El ánimo es algo que puede decaer, las fuerzas se nos pueden ir por la nostalgia de lo que no podemos tener; pero es justo el momento adecuado para fortalecer nuestra fe. Cuando nos involucramos en la construcción de la cabaña, cuando pensamos en los frutos de labios que le podemos ofrecer a Dios, en las bendiciones que nos ha dado hasta el día de hoy… Viene el fortalecimiento del Poderoso de Israel sobre su pueblo.
“Cuando yo decía: Mi pie resbala, Tu misericordia, oh Jehová, me sustentaba.”
(Salmos 94:18)
Podemos dudar, sentir inseguridad y temor, es natural, somos seres humanos; pero ya que experimentamos esto que nos marca, ahora tenemos el reto de seguir adelante, pues a tierra prometida vamos.
“En cuanto a mí, en mi integridad me has sustentado, Y me has hecho estar delante de ti para siempre.”
(Salmos 41:12)
- Tomemos en cuenta los siguientes dos puntos:
1.- Los israelitas vivieron 40 años en el desierto.
“Conforme al número de los días, de los cuarenta días en que reconocisteis la tierra, llevaréis vuestras iniquidades cuarenta años, un año por cada día; y conoceréis mi castigo.” (Números 14:34).
Perecieron muchos; pero entre todo lo que vivió el pueblo, los que fueron fieles y perseveraron hasta el fin, alcanzaron su recompensa de poder entrar a la tierra que les había prometido Jehová. A todos ellos cuidó y les dio muchas oportunidades para dejar de ser rebeldes, cada una de esas oportunidades fue una bendición para el pueblo, y ahora es para nosotros, porque a pesar de nuestras rebeldías, Dios nos ha permitido vivir y tener oportunidades para ser mejores.¿Cuántos años han sido los días de tu peregrinación? ¿A cuántas pruebas te ha dado la oportunidad Dios de poder enfrentarte? ¿Cuántas tentaciones en el desierto (mundo) has salido triunfante?
2.- Dios es nuestra verdadera protección.
Muchas soluciones a los problemas que aquejan al mundo se han presentado en estos días; las conferencias, talleres y opciones para capacitarse se han multiplicado. Las noticias sobre una vacuna le dan esperanza al mundo para volver a recuperar la normalidad con la que vivíamos; sin embargo, siempre hay que analizar y hacer que Dios sea nuestra verdadera protección contra todo lo que pueda ponerse en nuestra contra.
“Y Jehová iba delante de ellos de día en una columna de nube para guiarlos por el camino, y de noche en una columna de fuego para alumbrarles, a fin de que anduviesen de día y de noche. Nunca se apartó de delante del pueblo la columna de nube de día, ni de noche la columna de fuego.” (Éxodo 13:21,22).
Nunca se ha apartado de nosotros, cuando lo hemos buscado ahí está, es paciente para con todos, no queriendo que nos perdamos sino que recurramos al arrepentimiento (2a Pedro 3:9). En su protección nos ha proveído de todo lo que hemos necesitado, pero en nuestra vida y ajetreo, nos olvidamos de quién nos sustenta. La humanidad se ha vuelto material e interesada en los tesoros del mundo, esto también se vive en su Iglesia…
Así que, si volvemos a nuestras actividades, esperemos en Dios que no sea esa normalidad a la que regresemos, sino lo hagamos con más consciencia de quiénes somos en este mundo y hacia dónde vamos. Este periodo nos ha dado la oportunidad de tener tiempo para pensar, considerar, analizar, corregir, confesar y arrepentirnos. Todo lo que sea necesario para que nuestra comunión con Dios sea una relación más íntima y cercana.
Tenemos mucho que agradecer y reconocer al Padre de las luces, que nos ha dado dádivas para gozar y disfrutar de lo que ha creado para nosotros. Hagamos de lado lo que nos pueda afectar y pensemos en todo lo bueno para celebrar. La fiesta de Cabañas busca en nosotros que seamos siempre agradecidos, aún en tiempos de angustia y enfermedad; aún en tiempos de tribulación y encierro; tiempos de limitaciones y falta de trabajo.
Y ahora será tiempo de manifestar lo maravilloso que es tenerlo como nuestro Dios, a Jesucristo como nuestro maestro y al Espíritu Santo como nuestro guía.
“Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre.” (Romanos 13:15). Confesemos y alabemos el nombre de aquel que fue, es y será Rey de Reyes por toda la eternidad y a Jesucristo, el cual nos rescató de las tinieblas y nos ha llamado su luz admirable para poderle festejar la fiesta de Cabañas con mucha alegría.