En todo lugar están los ojos del SEÑOR,
observando a los malos y a los buenos.
Proverbios 15:3
Tenemos la libertad de actuar conforme nuestra razón nos dicte cómo hacerlo y nos ayude a tomar las mejores decisiones para nosotros y para los que nos rodean; con esa libertad también podemos decir que las consecuencias de nuestras acciones son nuestra responsabilidad, nadie paga por los pecados de los demás, si alguno encuentra salvación puede ayudar a otros a encaminar a otras personas a llegar; pero no podemos salvar a las personas de sus propias acciones.
Cada momento en nuestra vida experimentamos necesidades y deseos, muchos de ellos son alimentados por el entorno en el que hemos crecido, con el paso de los años se han fortalecido e influyen en la elección de los caminos por los que andamos. Estas necesidades podemos clasificarlas en áreas, con ayuda de la pirámide de Maslow podemos ver un ejemplo en cómo nos alimentamos, Maslow considera las siguientes áreas: fisiológicas, de seguridad, sociales, autoestima y autorealización. Cada uno sabe cuál de ellas es más importante que la otra, la intención es poder identificar qué área es más importante para mí; y las que creo que son importantes, si realmente las estoy trabajando adecuadamente. Un ejemplo de un hábito común del ser humano es:
Me gustaría tener más amigos;
Pero en realidad no me siento cómodo hablando con los demás
Quiero ser amigable y alegre con las personas;
Pero me siento muy nervioso cuando hablo con alguien desconocido.
Así que hay áreas que pretendemos ser de una forma ideal, porque vemos una necesidad en nosotros y es algo bueno, algo que nos beneficia. Formamos una imagen siendo ya esa persona; pero la realidad es que seguimos siendo de una forma totalmente distinta a esa imagen, esa realidad nos impide tener buenas relaciones con las personas, además que me trae angustias y enfermedades físicas.
Entonces nuestros esfuerzos, horas de trabajo o estudio, el empeño e interés que ponemos en nuestras actividades son para alimentar esas áreas de nuestra vida, el recurso que obtenemos parece que no alcanza, cuando ya se encuentra en nuestras manos desaparece como el polvo y necesitamos más, hemos venido alimentando todas las áreas que creemos que son esenciales para nuestra existencia.
¿De quién nos estamos escondiendo, alimentando sólo nuestro cuerpo?, ¿A quién hacemos a un lado enfocando nuestros pensamientos en satisfacernos? En todas esas áreas, ¿dónde queda Dios y nuestro propio espíritu?. La flaqueza no sólo es en nuestro cuerpo físico, nuestra mente y nuestro espíritu también necesitan de alimento.
Te aconsejo que de mí compres oro refinado por fuego para que te hagas rico, y vestiduras blancas para que te vistas y no se manifieste la vergüenza de tu desnudez, y colirio para ungir tus ojos para que puedas ver.
Apocalipsis 3:18
Jesucristo nos da consejo porque aún sabiendo que todas esas cosas las necesitamos para vivir, y al no reconocer que Dios nos alimenta día con día, es como si pretendieramos escondernos para que no vea lo glotones que somos, la carne no tiene fondo, entre más le damos, más quiere recibir, y la carne también se va perfeccionando, lo que hoy le damos ya no le será suficiente mañana, va a querer más y nos va demandar más tiempo; el recurso que nos puede quedar para acercarnos a Dios esa carne lo está consumiendo.
Y el consejo de Jesucristo incluye el siguiente mensaje:
No os acumuléis tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre destruyen, y donde ladrones penetran y roban; sino acumulaos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni la herrumbre destruyen, y donde ladrones no penetran ni roban; porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón.
Mateo 6:19-21
No podemos escondernos de Dios, ni de las verdaderas necesidades del corazón. Mostremos nuestro rostro al cielo buscando que en las alturas vean y que llegue un olor agradable de nuestras acciones, manifiesto a todos los hombres un olor que inspire y que le sea grato a los que buscan a Dios, que yo como ser humano, quiero que me vea Dios tal y como Él me hizo, con el deseo de alcanzar los tesoros y premios que me ofrece.
Pero gracias a Dios, que en Cristo siempre nos lleva en triunfo, y que por medio de nosotros manifiesta en todo lugar la fragancia de su conocimiento. Porque fragante aroma de Cristo somos para Dios entre los que se salvan y entre los que se pierden; para unos, olor de muerte para muerte, y para otros, olor de vida para vida. Y para estas cosas ¿quién está capacitado? Pues no somos como muchos, que comercian con la Palabra de Dios, sino que con sinceridad, como de parte de Dios y delante de Dios hablamos en Cristo.
2 Corintios 2:14-17