La vida actual contiene un sinfín de tragedias como: secuestros, enfermedades incurables, fracasos económicos globales, etc.; en pocas palabras podemos señalar que en nuestro planeta triunfa la injusticia, no está por demás mencionar que el mundo entero se pregunta: ¿Dónde está Dios? ¿Por qué Dios permite el mal? Además algunos confirman la siguiente frase para tratar de “exponer” a Dios: “Si Dios es todopoderoso, no es bueno del todo, si es bueno del todo, no puede ser todopoderoso”. Los señalamientos al pueblo religioso también son severos; por ejemplo: ¿Por qué Dios no termina con el mal? ¿Dónde está tu Dios?, misma pregunta realizada a David en Salmos 42:1-3, y nosotros podríamos dudar haciendo la pregunta ¿Dónde está mi Dios?.

¿En la ausencia de Dios se le puede seguir alabando?

Con algunos de estos pensamientos que surgen sobre la existencia y la duda de nuestra fe, profundicemos con la ayuda de uno de los casos más comunes de la Biblia, hablemos sobre José:

Recordando su historia, leemos que en sus inicios fue un joven alegre, amado por sus padres y envidiado por sus hermanos, tal era su sentir que lo vendieron a gente extranjera, José no supo en ese momento por qué estaba viviendo esta situación, se habrá preguntado ¿qué hice para merecer esto? Al llegar a Egipto fue comprado por el capitán de la guardia de faraón; este evento fue doloroso en niveles propios de José, se encontraba lejos de su familia, lejos de la región donde creció, lejos de su comodidad; pero jamás alejado del Creador porque dice Génesis 39:2: “Más Jehová estaba con José, y fue varón próspero; y estaba en la casa de su amo el egipcio”.

Continuando con la historia, José fue un varón íntegro, obediente siempre al Señor y a sus amos, hasta que la prueba vino en forma de mujer maliciosa, José sin pensarlo huyó de la tentación, confirmando así la fidelidad ante Dios, ante sus amos y ante él mismo; pero a pesar de ser inocente fue llevado a la cárcel (Génesis 39:20).

Si lo meditamos un poco, lo que le pasó a José no está lejos de la realidad, lo hemos vivido cada uno de nosotros: sufrimos por la injusticia, pensamos que Dios ya nos abandonó, que es indiferente a mi sufrimiento; quizás yo no le importo, ¿por qué razón me da algo y luego me lo quita? Tales rabietas son naturales porque estamos en una etapa de frustración, posiblemente estos pensamientos corrieron por la mente de José. Ahora leamos Génesis 39:21: “Pero Jehová estaba con José y le extendió su misericordia, y le dio gracia en los ojos del jefe de la cárcel”.  Nuevamente vemos que el Creador se encontraba a su lado, cuidándolo, siendo su guarda, guiándolo hasta llegar a su destino, mismo que José desconocía.

Así como José no se resistió, nosotros tampoco debemos poner resistencia, porque no podemos anteponer nuestros anhelos a los planes de Dios para nuestras vidas.

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Pasaron dos años después de la interpretación que hizo al copero y al panadero, que faraón llamó a José para que usara su don e interpretara los sueños que le atormentaban; así que comenzó a explicar tales sueños, no sin antes darle la gloria a Dios, en Génesis 41:16 leemos: “Respondió José a Faraón, diciendo: No está en mí; Dios será el que dé respuesta propicia a faraón.”, ¿No debía José vivir enojado con Dios?, porque lo alejó de su familia, fue vendido por los ismaelitas a Egipto, fue comprado como esclavo, fue llevado a la cárcel por algo que no cometió, ¿acaso no era suficiente para enfurecerse contra Dios?.

Comparando estos hechos con nuestra vida: ¿Nos suena familiar? ¿Entendemos a José? ¿Tú te has enojado con Dios? La mente humana no logra visualizar un límite para la maldad y podríamos pensar que ser malo es el mejor camino; sin embargo dice Salmos 37:1-5: “No te irrites a causa de los malhechores; no tengas envidia de los que practican iniquidad… confía en Él Señor, y Él te dará las peticiones de tu corazón”. Si has sido encarcelado injustamente, si te has enfermado sin razón aparente, si te han señalado por cosas que no cometiste o cualquier suceso que demuestre injusticia; debes entender que Dios no tiene autoría en la maldad, pero sí tiene el poder para transformar la injusticia por justicia, para convertir la derrota en victoria, cree en Dios pues estará contigo así como lo estuvo con José, que después de haber padecido aprendió del silencio de Dios y fue llevado al final del plan divino, ya que los sueños de faraón fueron revelados por Dios a través de José, siendo declarados, faraón rindió su confianza a Dios, olvidándose en ese momento de sus falsos dioses. Es por eso que leemos en Génesis 41:38-46: “Y dijo faraón a sus siervos: ¿Acaso hallaremos a otro hombre como éste, en quien este el espíritu de Dios?”.

La dicha de sentir honra hacia Dios por parte de una persona alejada de Él, la paz sobreabunda para el corazón, recompensa de una buena obra. Pues esto fue logrado por José pagado con su sufrimiento, una nación reconoció y puso su confianza en el Creador y también en su único adorador de ese lugar; por eso Dios lo colocó en lo alto, segundo bajo faraón.

Cuando logras obtener el éxito, entiendes el camino recorrido, reconoces que las lágrimas valieron la pena, los sacrificios fueron necesarios, el dolor vivido se disipa para dar bienvenida a la bendición, lo mismo vivió José, gracias a su sufrimiento las naciones de Israel, Egipto y las que no se mencionan, fueron bendecidas por Dios. 

Cuando pensamos que Dios guarda silencio tiene su razón de ser, en ocasiones es respuesta por el pecado, una prueba en nuestra vida, en ambas situaciones es una invitación al arrepentimiento, una oportunidad para cambiar, para tener corazones sanos que confiesen el nombre de Dios, no debemos cansarnos de buscarlo que siempre estará aguardando como su hijo en la puerta de nuestro corazón.

“Bueno es Jehová a los que en Él esperan, al alma que le busca, bueno es esperar en silencio la salvación de Jehová.” (Lamentaciones 3:25-26).

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