“Sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salud . (Isaías 12: 3)
En la Bendita Palabra de nuestro Dios hay representaciones que nos ayudan a comprender mejor el significado y propósito de las cosas, el Espíritu Santo es como el agua que desciende sobre la tierra para que ésta germine y dé sus frutos, por lo que dice Dios por medio de sus profetas, El profeta Joel nos dice: “Vosotros también hijos de Sión, alegraos y gozaos en Jehová nuestro vuestro Dios; porque os ha dado la primera lluvia arregladamente, y hará descender sobre vosotros lluvia temprana y tardía como al principio” (Joel 2:23).
Esta es la promesa que se confirmó en el día de Pentecostés cuando el poder de lo alto descendió sobre los Apóstoles haciendo de ellos unos verdaderos testigos de Cristo, obrando en ellos una transformación tal, que el Apóstol Pedro que negó tres veces a su Maestro en el día de su crucifixión, en el Pentecostés él mismo manifestaba que era menester obedecer a Dios antes que a los hombres. (Hechos 5:29)
Este mismo poder que desciende de lo Alto obraba en ellos (los Apóstoles) la difusión efectiva de su evangelio y que hacía a los primeros cristianos obedecer y hacer la voluntad de Dios; en nuestros días, se hace necesario suplicar a Dios porque ese poder se manifieste en nuestra vida, para que seamos llenos de sus frutos y así manifestemos que el Espíritu de Dios está en nosotros, pues de otro modo tendremos la sabiduría terrena, mediante la cual hablaremos de Dios y ganaremos el pan de cada día, pero a pesar de todo nos perderemos del tesoro más importante que es la sabiduría de Dios.
Una persona sin sabiduría divina, es una persona fluctuante en su mundo que jamás afirma sus pasos en el camino del Señor, lo cual es fatal porque está escrito: “ ¡Oh Jehová, esperanza de Israel! todos los que te dejan, serán avergonzados; y los que de mi se apartan, serán escritos en el polvo; porque dejaron la vena de aguas vivas, a Jehová” (Jeremías 17:13)
Si hemos conocido la fuente de salud que nos puede llevar a vida eterna, no podemos dejar de acudir a ella en nuestros tiempos de necesidad, tal vez no entendamos completamente su función y efecto, pero por fe hay que aferrarnos a que la fuente haga en nosotros su purificación. La mujer samaritana recibió una enseñanza de nuestro Maestro.
Mas el que bebiere del agua que yo le daré, para siempre no tendrá sed: mas el agua que yo le daré, será en él una fuente de agua que salte para vida eterna. Juan 4:13
Esa fuente sigue estando para que descendamos a ella ahora con el Espíritu Santo, nuestro consolador prometido por Cristo, no desaprovechemos esa oportunidad de tener la promesa de salud en estos días donde las enfermedades están a la puerta.
He aquí Dios es salud mía; aseguraréme, y no temeré; porque mi fortaleza y mi canción es JAH Jehová, el cual ha sido salud para mí. Sacaréis aguas con gozo de la fuentes de la salud. Y diréis en aquel día: Cantad á Jehová, aclamad su nombre, haced célebres en los pueblos sus obras, recordad que su nombre es engrandecido. Isaías 12:2-4