Escuché en el camión una conversación común como cualquier otra… Tú sabes que en México el lenguaje popular está dotado de un sin fin de expresiones muy particulares que utilizan doble sentido en su significado; pero lo que me llamó la atención de esta conversación en el intercambio de ideas fue algo que se expresó de la siguiente forma:
Sujeto 1: Estaba ahí presente en el funeral, la que estaba muerta movió su pie, me quedé paralizado, no podía creer lo que estaba pasando en ese mismo instante.
Sujeto 2: Naaa no te creo, sí ahí estaba toda la familia ¿y sólo tú viste que se movió?
Sujeto 1: Te lo juro, por ésta que sí pasó.
En realidad no le puse atención a la conversación completa, si no a la forma en la que hablamos y nos expresamos; más allá de las groserías o palabras en doble sentido (que estaban incluidas en la conversación), observé y analicé los juramentos que hacemos como si fueran cualquier expresión, también las promesas están en nuestras conversaciones ya que nuestra palabra no tiene peso ni validez para que el otro nos crea.
Cuando uno se compromete en matrimonio por ejemplo, jura lealtad, amor incondicional, etc.; pero cuáles de esas cosas realmente se cumplen, tenemos una de las tasas de divorcios más altas en nuestro país y más en parejas jóvenes.
Al día de hoy los tratos entre dos o más partes ya no son confiables ni aun teniendo papeles firmados por las personas involucradas. Si platicas de esto con tus abuelos o conocidos mayores, seguro te comentarán que en la antigüedad muchos de ellos hacían tratos de palabra. Hoy deben estar presentes notarios, jueces, magistrados, etc., los cuales son autoridades que deben dar legalidad en los acuerdos que se llevan a cabo, lamentablemente en nuestros días la palabra del ser humano NO VALE.
Esto es algo muy delicado, pues ahora la mentira es parte de nuestro lenguaje, y para que tenga veracidad nos ayudamos de juramentos y promesas. Nuestro Señor Jesucristo nos advierte sobre esta situación.
También habéis oído que se dijo a los antepasados: “NO JURARÁS FALSAMENTE, SINO QUE CUMPLIRÁS TUS JURAMENTOS AL SEÑOR. Pero yo os digo: no juréis de ninguna manera; ni por el cielo, porque es el trono de Dios; ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es LA CIUDAD DEL GRAN REY. Ni jurarás por tu cabeza, porque no puedes hacer blanco o negro ni un solo cabello. Antes bien, sea vuestro hablar: “Sí, sí o “No, no; y lo que es más de esto, procede del mal.”.
Mateo 5:33-37
Cristo preveía un problema grave que tenemos hoy en día, lamentablemente hoy juramos por todas esas cosas; expresiones como: Te lo juro por Dios, por mi madre, por mi vida, etc. Lo mejor es que nuestra palabra se muestre con el cumplimiento por medio de las obras, si yo digo que me comprometo a hacer algo, con eso basta, con mi palabra, la que conlleva a un compromiso personal; debo hacer lo que esté en mis manos por cumplir lo que he hablado.
En los versos de Mateo 5 hay una parte que dice: “Antes bien, sea vuestro hablar: “Sí, sí o No, no”; y lo que es más de esto, procede del mal. ¿Por qué nos dice que procede del mal? Pudiera ser que en nosotros no haya mala intención, por ello la importancia de pensar antes de hablar, y de que actuemos; es decir que tengamos obras, pues de qué sirve decir que amamos a Dios, si en realidad no lo buscamos y en lugar de tener buenos pensamientos, nuestra mente sólo piensa en satisfacer los deseos de la carne. Son muchos los beneficios que obtenemos si nos comprometemos a darle un poco a Dios; pero en ocasiones sólo lo buscamos si tenemos una crisis, la cual al pasar nos volvemos a olvidar de Dios.
Al decir: Te juro por mi vida que voy a cumplir; ¿se piensa en quién nos salvó de muerte?¿quién pago en vida por nosotros? ¿somos mejores que Cristo? Las palabras son de mucho peso, pero más son las obras, mejor es que digamos “No puedo”, a decir “Sí lo hago”; pero al final no cumplimos nuestro compromiso.
“Y sobre todo, hermanos míos, no juréis, ni por el cielo, ni por la tierra, ni con ningún otro juramento; antes bien, sea vuestro sí, sí, y vuestro no, no, para que no caigáis bajo juicio.”
Santiago 5:12
El mal procede de nuestro enemigo espiritual que no quiere que hagamos obras buenas: “Sois de vuestro padre el diablo y queréis hacer los deseos de vuestro padre. Él fue un homicida desde el principio, y no se ha mantenido en la verdad porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, habla de su propia naturaleza, porque es mentiroso y el padre de la mentira”. (Juan 8:44) Ese homicida que prefiere que mintamos y que no cumplamos nuestra palabra, al enemigo le conviene que no cumplas, que te alejes, que mientas y que no creas en Dios.
Tan simple “SÍ quiero” o “NO quiero”, decisiones que marcarán tu futuro como ser humano e hijo de Dios.