“Así hablad, y así obrad, como los que habéis de ser juzgados por la ley de libertad.” (Santiago 2:12)
Si por un instante nos imaginamos que las leyes, todas, las que rigen al mundo, al universo, la naturaleza, a los humanos desaparecieran. Es decir, que de pronto la fuerza y las normas que han sostenido a las cosas y a los hombres dentro de ciertos límites perfectamente establecidos o definidos , perdieran su vigencia. Los astros saldrían de sus órbitas rompiéndose así la armonía sideral, provocándose una catástrofe de tales consecuencias que ni la imaginación mas exaltada podría atreverse a describirla. En el mundo natural, la carencia de leyes provocaría una anarquía total, que desembocaría en la muerte de todo lo que tiene vida. Si desaparecieran de improviso las leyes que rigen a la sociedad, que dan estabilidad a los gobiernos, y que mantienen a los hombres dentro de ciertos límites de acción y de seguridad para ellos y los demás, nos veríamos en una anarquía tan caótica que nuestra civilización desaparecería casi totalmente, y si algunos lograran sobrevivir, tendrían de todos modos que imponer una ley: “ La ley del mas fuerte”, la ley de las cavernas.
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