Las relaciones humanas son fundamentales para el desarrollo de las sociedades. Las relaciones saludables requieren una buena interacción, una comunicación efectiva donde sepamos escuchar a los demás y, por consiguiente, escucharnos a nosotros mismos. Es vital entender cuáles son nuestras necesidades, así como las características de nuestra personalidad y carácter, para fomentar relaciones armoniosas.
¿Qué es el Carácter y Cómo se Define?
El carácter se define como un signo, marca o señal, un modo de ser peculiar y privativo de cada persona. Todos tenemos un carácter que está bien definido, aunque a veces nos cuesta identificarlo personalmente. Según Alfred Adler, un destacado psicólogo austriaco, el carácter se configura como el centro mismo de la personalidad en los primeros cinco años de vida y se conserva como un sello indeleble hasta la vida adulta, la madurez y la senectud.
Carácter y Sentimientos de Inferioridad
Las cosas que nos impulsan a sentirnos superiores suelen ser provocadas por sentimientos de inferioridad. Esos mismos sentimientos nos definen, y somos nosotros quienes decidimos si nos afectan o no. Este sentimiento de inferioridad también nos impulsa a ser sociables, a vivir en armonía y cooperación con las personas. Cuando no se logra este equilibrio, puede surgir un mal carácter.
Etapas de la Vida y Definición del Carácter
A lo largo de nuestras vidas, el carácter se irá definiendo conforme nuestro ser se adapta a su entorno. Desde que somos concebidos, comenzamos a percibir y definir lo que será nuestro carácter a través de nuestros sentidos. Nuestra infancia, especialmente en los primeros ocho años, es crucial para definir las características principales de nuestro carácter. Entonces, si el carácter se configura desde los primeros años de vida y trasciende hasta la senectud como una marca indeleble, ¿qué posibilidades tenemos, como hijos de Dios, de modificar nuestro carácter para vivir como un nuevo hombre, alejados de los vicios del error y siendo renovados según la voluntad del que nos crió?
La Posibilidad de Transformar Nuestro Carácter
Si nuestro carácter ha sido definido por las experiencias vividas, tenemos enormes posibilidades de cambiarlo para favorecer las buenas relaciones humanas y vivir una vida nueva. Romanos 6:4 nos recuerda: “Porque somos sepultados con Él en la muerte por el bautismo; para que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en novedad de vida”. Del mismo modo, 2 Corintios 5:17 afirma: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí, son hechas nuevas”.
El Papel del Espíritu Santo en la Transformación del Carácter
Si deseamos transformar nuestro carácter, es necesario que sea controlado por el Espíritu Santo, ya que la lucha entre los deseos de la carne y el espíritu es constante. Esta lucha requiere fortaleza. Muchas veces, nuestras caídas son el resultado de intentar controlar el carácter por nosotros mismos. Dependemos del Espíritu de Dios para lograr una verdadera transformación. El fruto del Espíritu nos da la virtud de controlar las malas obras, como los celos, las iras, las contiendas, las disensiones, la envidia y la codicia. Si estos vicios siguen siendo parte de nosotros, difícilmente podremos tener relaciones sanas con los demás y seguiremos siendo presos de un carácter moldeado por experiencias propias y no por las enseñanzas de Dios. Además, un carácter preso de sus propios deseos se aleja de las bendiciones del Creador.
Conclusión: Perseverar en la Renovación Espiritual
Si nuestro objetivo es mejorar y estar bien delante de Dios, debemos perseverar en las enseñanzas que Él nos dejó a través de su hijo. Es fundamental conocernos mejor, entender nuestro carácter y aceptar que, para obrar mejor, este debe ser controlado por el Espíritu Santo. Como advierte Romanos 2:5-7: “Mas por causa de tu terquedad y de tu corazón no arrepentido, estás acumulando ira para ti en el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios, el cual PAGARÁ A CADA UNO CONFORME A SUS OBRAS: a los que por la perseverancia en hacer el bien buscan gloria, honor e inmortalidad: vida eterna”.