¿Cuántos caminos conoces que llevan a la salvación o que pueden colaborar a tu crecimiento espiritual? Caminos hay muchos, y los que llevan a una muerte sin sentido igualmente son bastos; así que podemos dividir los caminos que elegimos en nuestra vida de esta forma: Los que son beneficiosos y colaboran a nuestro crecimiento personal; y Los que nos perjudican y dañan nuestro crecimiento.
“Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan.” (Mateo 7:13,14).
Los caminos que llevan a la perdición y que menciona este verso de Mateo, son también los caminos que como consecuencia llevan maldición, y están descritos en el libro de Deuteronomio (se recomienda la lectura del capítulo 28, de su verso 15 en adelante). Básicamente este libro es una recapitulación de las normas que puso Dios sobre la humanidad para que pudieran ser parte de su pueblo. Las normas que tenemos en nuestra vida suelen ser reglas que deben seguir las personas para una mejor convivencia, a las que se deben ajustar las conductas, tareas y actividades del ser humano. Normas sociales que nos sirven para una convivencia sana y justa.
El camino que puso Dios desde el principio tienen la misma característica, advirtiendo a sus hijos de las acciones que debían seguir para un camino de prosperidad y de bendición, recompensa que reciben los que procuran vivir bajo esas normas. Romper esas normas tiene una consecuencia y se llama maldición, todas nuestras acciones deben ser acompañadas de responsabilidad y la conciencia de entender que no estamos solos. Puedo dañarme y dañar también a los que me rodean, que en esencia buscan las mismas cosas que yo: paz, felicidad, amor, justicia y prosperidad.
Tenemos entonces una base para el camino de la prosperidad y es reconocer a Dios, fuente de conocimiento y de justicia:
“El le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno sino uno: Dios. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos.” (Mateo 19:17).
Jesucristo reconocía que de Dios era todo lo bueno que podemos obtener (Santiago 1:17); ese Dios donde no hay contradicción. Él nos ha dado sus leyes, el camino de la perfección y de la vida eterna. Y como el autor conoce nuestros corazones, y nuestra incredulidad ha dejado un camino alcanzable y creíble por medio de Jesucristo, por eso él manifestaba: “ Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.” (Juan 14:6). Un camino claro y alcanzable que nos muestra amor a su máxima expresión, buscando arrepentimiento en los hijos de Dios para que reivindiquen sus caminos, pues muchos hemos olvidado lo bien que se siente obrar conforme a la voluntad de Dios. Al paso del tiempo, las generaciones han optado por hacer sus propios caminos y equivocarse continuamente en el obrar, y los años nos muestran los errores al ver las guerras y cómo pueblos completos han desaparecido.
Este camino se basa en la capacitación, práctica, experiencia y observación. El camino nos muestra un conocimiento que utiliza las acciones cotidianas, como la convivencia con otros seres humanos: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. En este ambiente cotidiano ocurren las pruebas más interesantes para cada uno, por ejemplo: Faltaré al respeto a mi esposa, jefe, maestro, etc. Robaré como todos los demás lo hacen. Seguiré engañando a mi pareja con otras personas para satisfacer mis necesidades. Mentiré a los demás como costumbre, en lugar de hablar con verdad; etc. Diariamente tenemos estas oportunidades de seguir el camino de la justicia y obrar como lo ha enseñado Dios desde el principio.
Estar consciente que estos dos caminos están aún sin el conocimiento de Dios y de su hijo. Que el camino de la paz y la justicia no lo podremos obtener si nuestro camino es alejado de Dios.
“En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad. Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros. Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo. El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad. Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes.” (Efesios 4:23-29).
Este es un conocimiento sencillo y fácil de poner en práctica, forma de ofrecer un agradecimiento a Dios por todo lo que tenemos. Este es el camino de vida: “Cuando los caminos del hombre son agradables a Jehová, Aun a sus enemigos hace estar en paz con él.” (Proverbios 16:7). Hermosas promesas nos hace Dios si andamos por el camino de vida. “Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.” (Romanos 8:2).