Con mucha fe en el Dios verdadero, me dirijo a ustedes para motivarlos a realizar algo que busca el favor de Dios sobre su Iglesia y sobre todos los que estamos viviendo estos tiempos complicados.
La Iglesia de Dios no está a favor de algún partido político, ni de un personaje del mundo en particular. Hemos visto las circunstancias en las que vive la humanidad confiando siempre en la Palabra de Dios que nos anuncia todo lo que vivimos en nuestros días. México no es la excepción, pasando por momentos de crisis y división entre sus pobladores.
Estos días de crisis no son alentadores para los que vivimos en este país, hay muchas muertes y delitos que se comenten e intensifican en nuestros días; así como la aprobación de leyes que van en contra de Dios. Somos respetuosos con las gentes; pero también somos celosos con las cosas que le pertenecen a Dios, nuestra lucha no es contra carne ni sangre, lamentablemente las decisiones que toman las gentes es porque están alejados de los caminos de Dios, sus caminos no son nuestros caminos y hay consecuencias que estamos viviendo y que sólo Dios sabe quién quedará como gobernante en nuestro país.
Tenemos la libertad de involucrarnos en los procesos electorales de un país, nadie nos puede obligar hasta estos días a hacerlo o no, lo que sí tenemos por obligación como miembros de la Iglesia es orar por nuestros gobernantes, y por el favor de Dios hacia las gentes que están sufriendo en nuestros días. Son días complicados y sus características nos llevan a pensar en todo lo bueno que ha sido Dios con nosotros; así que la Iglesia del Dios vivo puede unirse en oración para que toque los corazones de las gentes escuchen el llamado al arrepentimiento; que nosotros como Iglesia seamos de corazón humilde, aceptando que siempre necesitamos de la dirección de Dios, siguiendo el ejemplo de Jesucristo. La misericordia que sentimos en nuestro corazón por las gentes nos mueve a la preocupación, y no hay mejor forma de atender estos problemas que hacerlo con las herramientas poderosas que nos ha dado Dios para enfrentar los problemas del mundo. “Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas.” (2a. Corintios 10:4).
No necesitamos que lleguen los días como con Esther y decreten que no podemos tener libre culto y que tendremos que dejar de celebrar fiesta a Dios. No necesitamos que lleguen los días como en la cautividad y cerquen nuestra ciudad, y que nos olvidemos de las cosas que Dios nos ha permitido aprender desde hace ya muchos años. Necesitamos ver más allá de nuestros ojos, y con alas de aguila ver lo que está pasando en el mundo, no hay nada nuevo y todo lo que está viviendo el mundo ha sido anunciado ya por los profetas y por Jesucristo.
Hoy gobierna la vanidad en las cosas del mundo; pero nosotros ya no somos del mundo. “Esforzaos todos vosotros los que esperáis en Jehová, Y tome aliento vuestro corazón.” Salmos 31:24.
¿Qué es lo que sí podemos hacer como Iglesia a favor de la humanidad? Primero trabajar en nuestra casa, tener la humildad para reconocer que en todo necesitamos a Dios y hay que hacer oración. “Amo a Jehová, pues ha oído mi voz y mis súplicas; porque ha inclinado a mí su oído; por tanto, le invocaré en todos mis días.” (Salmos 116:1,2).
Con la misma humildad aceptar que somos pecadores y hemos fallado primero como hijos y luego como miembros de la Iglesia, hay muchas cosas que nos faltan por hacer y queremos mejorar para ser la Iglesia de Dios que todos visualizamos, una Iglesia llena de bendiciones y temerosa de Dios. “Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado: Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios.” (Salmos 51:17).
Siempre hay situaciones y experiencias en la Iglesia que no son gratas, debemos dejar atrás nuestras diferencias y ver por delante la gran carrera que tenemos hacia la vida eterna, dejando toda malicia y con mansedumbre aceptar la palabra que ha sido plantada en nuestro interior.
Practicar el perdón que Jesucristo nos ha enseñado, amar a nuestros enemigos y pedir por ellos. Setenta veces siete practicar el perdón, hasta que sea una costumbre de nuestra alma alimentado e impulsado por el Espíritu Santo.
Recuperemos las buenas costumbres de la Iglesia, seamos hospedadores con los hermanos, saludemos con ósculo santo, busquemos alimentar nuestro espíritu con Palabra de Dios entre semana (muchos de nosotros buscábamos cultos aparte del sábado), hablemos de lo bueno que tenemos como Iglesia; lo malo atendámoslo como tal, como si fuera un problema o necesidad, y no hablemos de los demás sin antes haberlos motivado a cambiar si es que vimos una falta en ellos. Obrar todo como hemos aprendido, usando la misericordia con los hermanos y recordar que somos un cuerpo en Cristo.
Sabemos que hay muchas cosas que podemos practicar como Iglesia para favorecer a la humanidad que nos rodea, para ser luz a las naciones, venciendo al mal con el bien, porque todas estas enseñanzas vienen del Padre eterno, que nos ha mostrado el perfecto camino para andar en él.
Compartamos lo que nos ha hecho bien, que es la Palabra de Dios; así como recomendamos un libro, un medicamento, un lugar a visitar, recomendemos la Palabra de Dios a todos cuantos conocemos: vecinos, compañeros de trabajo, de escuela, conocidos, sin acepción de personas invitemos a conocer el camino hacia la vida que es Jesucristo.
Somos una Iglesia que comparte las bendiciones que nos ha dado Dios, demos un poco de lo que tenemos, que todos hemos recibido más de lo que necesitamos, practiquemos la caridad donde quiera que nos encontremos y no nos afanemos en los negocios del mundo.
Jesucristo nos enseña también a someternos al Padre, sometiendo nuestra alma en ayuno, pidiendo por todas las necesidades que tiene el mundo, sé que muchos así obramos; pero necesitamos hacerlo como un solo cuerpo. Ya tenemos una cadena de oración todos los días a las 21:00 hrs.; donde quiera que estemos perseveramos en oración pidiendo los unos por los otros, sabiendo que el tiempo está cercano y que la Iglesia debe estar aún más unida, que no sea una catástrofe la que nos una, que nos una la fe y la esperanza de que un día todo lo que hoy vivimos acabará, y no por un gobernante que sea puesto en el mundo, sino por Jesucristo cuando establezca su reino en la tierra y que Dios someta a sus enemigos por estrado de sus pies. Así que hagamos oración como es nuestra costumbre y ayunemos en nuestras congregaciones a favor de la Iglesia, que nos ayude a acrecentar nuestra espiritualidad y alejemos la carnalidad de nuestras obras, que sea Jesucristo quien gobierne nuestros corazones y nos ayude en los tiempos angustiosos.
Recordemos las palabras de Jesucristo.
Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, y serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos. Y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. Entonces el Rey dirá a los de su derecha: “Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí. Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos? ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti? Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.” (Mateo 25:31-40).