Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse; porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios. 
Santiago 1:19-20 

JEHOVÁ nos exhorta a que seamos expertos en escuchar y medidos para responder.  Cuando actuamos guiados por el enojo o la ira, nos alejamos de DIOS, es cuando nuestras palabras dañan y recibimos daños, ambos  lamentablemente irreversibles. Por todo esto, debemos ser prudentes al hablar. 

• En las muchas palabras no falta pecado; Mas el que refrena sus labios es prudente. 
Proverbios 10:19 

La boca del justo habla sabiduría, Y su lengua habla justicia. Salmos 37:30

La lengua es un arma poderosa y que puede matar el alma y el espíritu de los que oyen, por eso es uno de los sentidos que más debemos de cuidar y aprender a frenarlo para no lastimar a los que nos rodean, meditemos en la enseñanza que encontramos en Santiago. 

Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación. Porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo. He aquí nosotros ponemos freno en la boca de los caballos para que nos obedezcan, y dirigimos así todo su cuerpo. Mirad también las naves; aunque tan grandes, y llevadas de impetuosos vientos, son gobernadas con un muy pequeño timón por donde el que las gobierna quiere. Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, !!cuán grande bosque enciende un pequeño fuego! Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno. Porque toda naturaleza de bestias, y de aves, y de serpientes, y de seres del mar, se doma y ha sido domada por la naturaleza humana; pero ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal.Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios. De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así. ¿Acaso alguna fuente echa por una misma abertura agua dulce y amarga? Hermanos míos, ¿puede acaso la higuera producir aceitunas, o la vid higos? Así también ninguna fuente puede dar agua salada y dulce.

Santiago 3:1-11

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