Este verso de Lucas nos recuerda lo que había profetizado acerca de Cristo en su entrada triunfal en Jerusalén. Donde todos los que lo aceptaron como el ungido y Salvador de nuestro Dios. Habían adoptado ahora su evangelio como parte de sus vidas. Así que Jesús había triunfado en los corazones de muchos de las tribus de Israel que estaban atentos a las promesas de Dios. 

Ellos decían: —¡Bendito el rey que viene en el nombre del Señor!. ¡Paz en el cielo, y gloria en las alturas! Lucas 19:38

La entrada triunfal de Cristo

En esta entrada triunfal, no es la primera ocasión que Jesús muestra el nombre que representaba. Pues antes de su nacimiento fue reconocido como tal por los pastores y sabios de aquella época. Las multitudes que los seguían también manifestaban que cuando enseñaba lo hacía con autoridad. 

Y se asombraban de su enseñanza porque les enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas. Marcos 1:22

Cuando llamó a sus discípulos, les dijo “Seguidme…“ Y ellos le siguieron sin objeción alguna.

17 Jesús les dijo: “Vengan en pos de mí, y los haré pescadores de hombres”. 18 Y de inmediato dejaron sus redes y lo siguieron.

Marcos 1:17,18

Cuando menciono la ley establecida en el antiguo Testamento y empezó a magnificarla en todos los aspectos, las multitudes le escucharon. 

No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas: no he venido para abrogar, sino a cumplir. Mateo 5:17

Las cualidades de Rey cuando entro a Jerusalén

Cuando aquel neurótico endemoniado, que era una amenaza al público se encontró con Jesús, ordenó a los demonios que salieran de aquel hombre, los cuales obedecieron de inmediato (Marcos 5:1-19). Así también durante aquella tempestuosa noche sobre la mar, cuando los discípulos pensaron que morirían juntamente con la embarcación, Jesús se paró en la proa del barco reprendiendo a los vientos y al mar, y estos obedecieron y las olas huracanadas cesaron. 

26 Y él les dijo: —¿Por qué tienen miedo, hombres de poca fe?

Entonces se levantó y reprendió a los vientos y al mar, y se hizo grande bonanza. 27 Los hombres se maravillaron y decían:

—¿Qué clase de hombre es este, que hasta los vientos y el mar le obedecen? Mateo 8:26-28

Al fin Jesús envió a sus setenta discípulos de dos en dos, estos regresaron con regocijo, diciendo: “Aún los demonios se nos sujetan en tu nombre”.

En esta forma podríamos seguir listando las obras de Jesús que manifiestan sus cualidades de un Rey que había envíado el Padre desde los cielos. No para establecer su reino en la tierra, porque cuando le preguntaron el contesto que su reino no era de este mundo:

Contestó Jesús: —Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos. Ahora, pues, mi reino no es de aquí. Juan 18:36

Jesús era el rey de los que lo aceptaban en su corazón

Entonces se convertía en Rey de aquel que lo aceptaba en su corazón, para que el gobernara por medio de sus enseñanzas. Así les mostró a sus discípulos cómo perfeccionarse y ser nuevas criaturas.

La entrada de Jesús a Jerusalén cabalgando sobre un pollino, fue una de las últimas experiencias en la vida de Jesús. 

Decid a la hija de Sion:
He aquí, tu Rey viene a ti,
Manso, y sentado sobre una asna,
Sobre un pollino, hijo de animal de carga.

Mateo 21:5

En esta ocasión la gente le aclama con gran júbilo. Este fué el triunfo del Maestro sobre los corazones de las multitudes y sobre el pecado contra el cual había predicado durante los años de su ministerio.

9 Y la gente que iba delante y la que iba detrás aclamaba, diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas! 10 Cuando entró él en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió, diciendo: ¿Quién es este? 11 Y la gente decía: Este es Jesús el profeta, de Nazaret de Galilea. Mateo 21:9-11

La entrada triunfal de Cristo se muestra en El evangelio todavía manifiesta hermosos triunfos, aunque sea temporalmente en medio de la tibieza del cristianismo. Todavía encontramos cristianos que sin temor entregan por completo su vida a Jesús, para que él sea su maestro, Rey y Señor. Porque con humildad aceptamos esa necesidad de que alguien más sea quien nos gobierne y nos purifique de toda maldad.

La voz de Cristo ha tenido ocasiones triunfantes y victoriosas en los corazones sensibles al grado que nosotros también participamos de los momentos de felicidad y de gozo que experimentó nuestro Maestro, cuando aquellas multitudes lo aclamaron y le aclamaron como el Rey Celestial.

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