“Porque  nosotros, coadjutores  somos de Dios; y vosotros  labranza de Dios sois, edificio  de Dios sois. ” (1ª. Corintios 3: 9)

El  apóstol  Pablo nos  dá una hermosa  enseñanza al decir   que somos EDIFICIO DE  DIOS (1ª. Corintios 3:9,10).  Esta enseñanza la podemos obtener  comparando lo material con lo espiritual.  Cuando vamos a construir un edificio, necesitamos  primero de un Perito arquitecto que nos guiará en la  construcción, indicándonos la forma en que han de colocarse  los elementos propios de una construcción. Ya una vez sabiendo  cómo hemos de edificar entendemos que lo esencial es poner los   cimientos que servirán para que nuestro edificio esté firme, pues Jesús  dijo que no debíamos construir sobre la arena, porque con la lluvia y los  vientos aquella casa puede derrumbarse (Mateo 7:26,27), por lo tanto, todo edificio  o construcción necesita de un fundamento.

Cuando  alguna persona  nos habla del Evangelio,  nos ha enseñado de Dios y  de todos los elementos que necesitamos para ser aceptos delante de Dios, indicándonos asimismo el camino para nuestra salvación, entonces Dios obra en nosotros y si aceptamos las características del edificio espiritual que quiere edificar en nosotros, entonces en nuestro corazón habita Cristo.

Si  atendemos  a las instrucciones  de nuestro arquitecto,  entenderemos que es necesario  de ese fundamento tan indispensable  que es Jesucristo (1ª. Corintios 3: 11).  Teniendo tan perfecto fundamento nuestro edificio no podrá caerse, si es que verdaderamente hemos puesto  a Jesucristo como el fundamento; posteriormente comienza la  edificación, dice Pablo: “Yo como perito arquitecto puse el fundamento  y otro edifica encima: Encima del fundamento que Dios ha puesto, seguimos recibiendo los materiales que necesitamos en nuestra edificación (evangelio por enseñanza y conocimiento de Dios en la Biblia).

Podemos  decir que tanto el Perito como el Constructor,  hasta aquí terminan su misión, pues sigue diciendo  Pablo que a nosotros nos corresponde  sobreedificar, esto es individual sobre  aquello que ha sido edificado, tenemos que  seguir construyendo; entendiendo que esa sobre edificación  son nuestras obras. El material es optativo porque podemos  poner oro, plata, piedras preciosas, madera, heno u hojarasca.

Pero  examinemos  el material: El  oro, la plata y las  piedras preciosas, son  la sabiduría, la ciencia  y la inteligencia; el heno,  la madera y la hojarasca, es  todo lo contrario.

Los  tres primeros  materiales son  de grande estima,  pues se consideran  como metales muy preciados y de  un alto valor, en cambio la madera ,  el heno y sobre todo la hojarasca, ¿ para  que sirven? Solamente para hacer con ellos una fogata  pues son muy inflamables.

Si  en nosotros  hay sabiduría  y ciencia, obedecemos  los preceptos de Dios,  y al obedecer estamos sobreedificando   correctamente, estamos usando del mejor material,  el que resistirá la prueba de fuego, porque nuestras  obras serán manifestadas, el día las declarar y la obra  de cada uno cual sea, el fuego hará la prueba (v. 13).

Al venirnos  alguna tribulación,  tendremos entonces el  fuego que hará la prueba y si hemos sobreedificado heno y hojarasca, nuestra obra será quemada.

Procuremos  que nuestras  obras no sean de  éste último, pues  el consejo del Apóstol en esta parte es que sean excelentes nuestros dones espirituales (1ª: Corintios 14:12).

Nuestro fundamento en la vida debe ser Cristo, no un hombre o principio. Él evaluará las contribuciones que se han hecho en nuestras vidas pero lo más importante, evaluará si las elecciones que hemos elegido han sido fielmente al fundamento que el arquitecto puso desde el principio, así como las aceptaciones a las enseñanzas de los hombres que llevan el mensaje de Dios.

¿Estás edificando tu vida sobre un fundamento real y eterno o estás edificando sobre fundamentos falsos como la riqueza, la seguridad o el éxito?

(Edición  de un escrito  en el Abogado  de la Biblia de  1961 de Martha Romero L.)

 

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