La pregunta sobre la existencia de un destino predeterminado para cada persona ha intrigado a muchos. ¿Somos marionetas en un escenario cósmico, o somos dueños de nuestro propio destino? Sin embargo la Biblia nos enseña que hay cosas más allá del pensamiento humano.

1. El libre albedrío:

La Biblia enfatiza la importancia del libre albedrío, la capacidad de los seres humanos para tomar sus propias decisiones. Dios creó a los humanos a su imagen y semejanza, otorgándoles la libertad de elegir entre el bien y el mal.

“Pongo hoy delante de ti la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Elige, pues, la vida, para que vivas tú y tus descendientes.”

Deuteronomio 30:19

2. El plan de Dios:

La Biblia también contiene profecías, predicciones sobre eventos futuros. Estas profecías a menudo revelan el plan de Dios para la historia y la humanidad. Sin embargo, es importante comprender que las profecías no siempre son predicciones literales del futuro, sino que pueden ser expresiones simbólicas o representaciones de los principios divinos.

“Así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y cumplirá mi propósito.”

Isaías 55:11

El profeta Isaías destaca el poder de la palabra de Dios para cumplir su propósito. Las profecías forman parte de ese plan, pero no anulan el libre albedrío de las personas.

3. La responsabilidad por nuestras acciones:

La Biblia nos enseña que somos responsables de nuestras acciones y las consecuencias que estas generan. Dios nos ha dado la capacidad de discernir entre el bien y el mal, y espera que usemos esa capacidad para tomar decisiones sabias y justas.

“No se engañen: Dios no puede ser burlado. Lo que uno siembra, eso mismo cosechará.”

Gálatas 6:7

Pablo a los Gálatas nos recuerda que nuestras acciones tienen repercusiones. Somos responsables de las decisiones que tomamos y debemos enfrentar las consecuencias de las mismas.

Dios tiene un plan eterno para cada uno de nosotros, pero también nos enseña a tomar decisiones propias mediante el libre albedrío. Por medio de la fe confiemos en que Dios guía nuestras vidas hacia su propósito.

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