“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para que condene al mundo, mas para que el mundo sea salvo por él. El que en él cree, no es condenado; mas el que no cree, ya es condenado, porque no creyó en el nombre del unigénito Hijo de Dios.” (Juan 3:16-18)
Este mundo ha tenido grandes y distinguidos benefactores, hombres que han dado su vida por una patria, por la libertad material; por un ideal, por una institución, etc. Todos ellos han merecido admiración y respeto, pero ninguno ha logrado la redención integral de la humanidad, ninguno ha tomado el lugar que ocupó el insigne Maestro de Israel. El vino como la misma Biblia lo dice: “ para dar su vida por la vida del mundo” (Juan 6:51).
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