¿Qué elementos son necesarios para rendirle culto a Dios? En la antigüedad había una serie de requisitos para llevar a cabo las ofrendas y sacrificios, todos los elementos habían sido dados por nuestro Señor para que el pueblo pudiera darle honor, fama y gloria a Dios.
Para estos servicios Dios hizo levantar un tabernáculo con algunos elementos, como lo fueron:
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El arca del testimonio con una mesa que tenía un candelero que llevaba velas para ser encendidas.
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El altar de oro para el perfume delante del arca.
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Una fuente con agua que se encontraba entre el tabernáculo del testimonio y el altar.
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El atrio alrededor y el pabellón de la puerta del atrio.
Estos elementos debían ser ungidos con el aceite de unción y santificados para el servicio a Dios. No podía entrar cualquiera en este tabernáculo, para ello Dios eligió a la tribu de Leví, hijos de Aarón, que fueron santificados para el servicio de todo lo que se necesitaba hacer para las ofrendas y sacrificios del pueblo de nuestro Dios (Éxodo 40:1-17).
Con todos estos elementos, el pueblo de Israel podía ofrecer su agradecimiento y reconocimiento al Dios Eterno y no porque Dios necesitara de los sacrificios, ya que éstos no han sido diseñados para Dios mismo; son para nosotros, para entender que por medio de estos sacrificios podemos perfeccionarnos, identificando nuestras faltas para no volverlas a cometer.
A diferencia de los dioses paganos, dioses mitológicos que han existido en toda la historia de la humanidad, la Biblia nos narra acerca de Dios que Él lo posee todo, porque fue el creador de todas las cosas que vemos y no necesita de nada; en cambio los dioses mitológicos demandaban sacrificios para darle algo al que sacrificaba, cada dios necesitaba algo distinto para recompensar, la ira del dios se despertaba si no se cumplía con lo que demandaba.
Si conocemos a Dios sabemos que sí hay desagrado hacia la humanidad; pero es por el mal comportar del ser humano, que a pesar de saber qué es lo que tiene que hacer para estar bien en su vida, ignora sus leyes para hacer su propia voluntad, eso cualquier padre lo siente hacia sus hijos, cuando hay desobediencia; así que los sacrificios y ofrendas eran para controlar nuestra obra mala, para santificarnos y limpiar lo malo que había en nosotros y que provocaba las consecuencias en nuestro ser por medio de una enfermedad física o espiritual. De estas dos partes sabemos que sus necesidades son distintas, la física o material necesita ver cosas de la misma característica, como un animal sacrificado o sangre corriendo en el altar.
La Biblia en su principio nos muestra que los sacrificios fueron diseñados para guiarnos hacia los “placeres espirituales”; sin embargo, cuando el cuerpo ejerce su dominio, la consecuencia lógica es la trasgresión de estas normas de vida.
La manera de reparar este error es llevando una ofrenda. El trasgresor da un paso adelante y declara: “He cometido un error y me arrepiento del daño que esto ha causado a mi alma. Mi lado carnal se ha apoderado de mí. No deseo repetir este error nuevamente. A través de este sacrificio me comprometo a que la carnalidad no sea la fuerza dominante en mi vida.”.
Así que todo lo que había diseñado Dios para nuestra vida era perfecto: “La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma; El testimonio de Jehová es fiel, que hace sabio al sencillo” (Salmo 19:7). Fue el hombre quien transgredió y que hizo las cosas según su parecer. “Vuestras lunas nuevas y vuestras fiestas solemnes las tiene aborrecidas mi alma; me son gravosas; cansado estoy de soportarlas.” (Isaías 1:14). Y por esta transgresión y el defecto del hombre, Dios tuvo que enviar un medio para absorber todo lo que habíamos transgredido, el tabernáculo, el templo y los sacrificios.
“No Penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas: no he venido para abrogar, sino a cumplir.” (Mateo 5:17).
Cristo es quien ofreció su vida por nosotros (Juan 10:18), nadie se la quita por su propia decisión se entregó por nuestros pecados. Con este sacrificio eterno, no hay necesidad de becerros, tórtolas, cereales, etc. Esta es la primer cosa que absorbe nuestro Señor Jesucristo. Según el Libro de Levítico en sus primeros 6 capítulos, si alguien quería ofrecer ofrenda a Dios, debía llevar un animal para que el sacerdote lo sacrificara. Ya no tenemos que ofrecer un animal en sacrificio. Hebreos 9:11 nos dice: “Mas ya estando presente Cristo. pontífice de los bienes que habían de venir, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es a saber no de esta creación. Y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, mas por su propia sangre, entró una sola vez en el santuario, habiendo obtenido eterna redención”. Por esa sangre nosotros hacemos conciencia de nuestras faltas y como su objetivo fue al principio, para ya no volverlas a cometer.
Planteamos una pregunta: ¿Cristo quitó alguna parte de la ley? Veamos algunos elementos antiguos y si es que los encontramos vigentes en el evangelio del Maestro.
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El Tabernáculo: Cristo ejerce su ministerio en un tabernáculo santo y perfecto, no de esta tierra, si no puesto en la habitación eterna para no ser corrompido por el hombre, sigue siendo el lugar donde Cristo intercede ofreciendo nuestros sacrificios para Dios. (Hebreos 8:6).
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El Sacerdocio: El primer sacerdocio según el orden de Leví, un sacerdocio que cometió errores con Dios, que transgredió sus leyes pecando junto con el pueblo. Cristo Sacerdote según el orden de Melchisedec, un sacerdocio santo y eterno que sigue ejerciendo sus funciones pero no en la tierra. (Hebreos 7:25,26).
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Los Sacrificios: No podemos seguir ofreciendo sacrificios cruentos, pero si nuestros sacrificios espirituales, sacrificios de alabanza a Dios; es decir, el fruto de labios que confiesan su nombre. (Hebreos 13:15; Colosenses 2:15).
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El Templo: El templo de Jerusalem que fue destruído en el año 70 d.e.C. por el general Tito Vespasiano y que no se ha vuelto a reedificar hasta nuestros días, fue el último lugar donde se encontraba el antiguo tabernáculo y donde se cesó el sacerdocio levita. Ahora nuestro mayor sacrificio es nuestro cuerpo que es el templo del espíritu santo y que debemos santificar de una forma espiritual lo que se practicaba en la antigüedad. (1a. Corintios 6:19).
Elementos vigentes que Cristo vino a enseñarnos para saber cómo poderlos seguir sin caer en falta, que nos fuera posibles seguirlos guardando, ya no siendo sólo para el pueblo judío, sino para todo aquel que aceptara a Cristo en su corazón, para seguir sus pasos y seguir guardando los mandamientos de Dios.
“Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado.” (Juan 17:3).