¿Alguna vez hemos aceptado que somos impotentes para librarnos de algo que nos está afectando? El aislamiento, la sobreprotección y el orgullo son algunas señales de los miedos que nos aquejan y que se manifiestan en nuestras interpretaciones para proteger el ser que hay dentro de nosotros.

La fijación del miedo se produce porque más allá del cuerpo, que tiene su propia lógica, subsisten programaciones mentales e ideas que continúan alimentando un mecanismo que ya es inútil.

Los miedos son creados por uno mismo, generando barreras irreales y que producen una imagen inequívoca de la realidad; nuestros miedos pueden hacernos creer que la gente no nos acepta tal y como somos, que no importa nuestra forma de pensar, que debemos ser limpios en extremo, etc., y por consecuencia generamos una apariencia que pensamos es más segura para nosotros, cuando no necesariamente es lo que realmente nos gusta o nos conviene porque nos es totalmente saludable.

El tema de los miedos es simple hablarlo, pero complicado identificarlo; pues ¿dónde se originaron y por qué se encuentran en nosotros?

Entonces yo os dije: No temáis ni les tengáis miedo. El SEÑOR vuestro Dios, que va delante de vosotros, Él peleará por vosotros…

(Deuteronomio 1:29, 30).

Nuestro Dios siempre le dio las herramientas a su pueblo para que los miedos y temores no existieran hacia el hombre sino a Dios, pudiendo librarnos de lo que nos frena para ser naturales y auténticos para beneficio de nosotros y de los que nos rodean.

Por ello debemos aceptar que hay un poder más grande que nosotros mismos, que nos puede volver a nuestro sano juicio, donde no hay historias, cuentos ni conceptos creados por nosotros en defensa de nuestros miedos. Este es uno de los fundamentos de la enseñanza bíblica por nuestro Dios, que creamos firmemente que sólo hay un Dios y hay que amarlo con todo nuestro corazón y con todas nuestras fuerzas.

Podemos interpretar el pecado como una locura temporal; así como somos incapaces de resistir la tentación al pecado sin la ayuda de Dios, de la misma forma, un alcohólico es incapaz de resistir la tentación a beber, y sólo un Poder más grande que uno mismo (que definimos como Dios) puede prevenir el comportamiento demente.

Si decidimos dejar el control de nuestra voluntad y de nuestras vidas en manos de Dios, según nuestro propio entendimiento de Él. Entonces encontraremos la oportunidad de ser dirigidos por el que nos crío, nos formó y nos hizo. La dirección de nuestro Creador es a disfrutar la naturaleza y pureza de nuestro ser.

¿No es tu temor a Dios tu confianza, y la integridad de tus caminos tu esperanza?

                                                                                             Job 4:6.

Para Job, ésta fue la base para no caer bajo la prueba que estaba pasando, que su familia y amigos le hacían ver que algo malo había hecho en su vida y por eso estaba pagando el precio de sus faltas. En el caso de Job, siempre fue así, confiado y entregado a la voluntad de su Dios; pero aún podía ser perfeccionado, si lo tenemos todo ¿cómo sabremos que realmente amamos a Dios? Si perdemos todo lo que hemos trabajado y aprendemos a amar en la abundancia y en la escasez, eso para Dios es perfección.

Cuando identificamos los miedos, entonces podemos hacer un inventario moral, una introspección sincera para confrontarnos a nosotros mismos, y debe ser con valor, nos podríamos encontrar con la falsedad de nuestro carácter y nuestra personalidad, y que la integridad con la que pensamos que estamos mostrándonos al mundo, puede ser en realidad una máscara que nos ayuda a ocultarnos bajo telón y no vivir en el escenario la vida que se nos ha otorgado.

Al hacer un inventario, debemos listar nuestras fortalezas y debilidades, si no estamos conscientes de nuestros errores, no los podremos corregir e ignoraremos las herramientas que nos proporciona la Biblia para vivir sin miedos y temores no fundados en Dios.

En el inventario moral que hemos de realizar, un paso más es “admitir ante Dios, ante nosotros mismos y ante otro ser humano la naturaleza exacta de nuestros errores”.

Queremos ser escuchados y echar mano del Todopoderoso, entonces consideremos el arrepentimiento de nuestras faltas, con nosotros mismos y con nuestro prójimo. Nos da miedo aceptar que tenemos fallas, nos volvemos vulnerables y eso nos puede causar daño. Por esta razón es muy importante reconocer que hemos dañado a las personas que queremos con nuestra falta de autenticidad. Rompemos con los lazos que nos únen a la falsedad y la mentira, dos potentes armas de nuestro enemigo espiritual.

Los sacrificios de Dios son el espíritu contrito; al corazón contrito y humillado, oh Dios, no despreciarás.

Salmos 51:17.

Si hemos llegado hasta este punto, entonces podemos prepararnos a estar enteramente dispuestos a dejar que Dios nos libre de todos nuestros defectos.

Venid ahora, y razonemos

         –dice el SEÑOR

         aunque vuestros pecados sean como la grana,

         como la nieve serán emblanquecidos;

         aunque sean rojos como el carmesí,

         como blanca lana quedarán.

Isaías 1:18.

Por que Dios nos ofrece libertad de todo lo que nos pueda dejar varados en este mundo; y como sabemos, Dios nos ofrece el camino por quién realmente podremos lograr esa libertad, que es por medio de Jesucristo.

Humildemente le pedimos que nos libere de nuestros defectos, con ese corazón contrito y humillado que es el sacrificio agradable para Dios, le pedimos que nos ayude. La razón se encuentra en la forma en cómo nos hemos conducido en nuestra vida y que hemos fallado en la elección de nuestro dirigente, ha sido nuestra cabeza quien nos gobierna y difícilmente podremos hacer lo que realmente queremos con este gobierno. Debemos entender que lo mejor del ser humano se encuentra en su imagen y naturaleza, virtudes que nos proporciona el espíritu de nuestro Dios y que sólo es otorgado a todo aquel que le reconoce y se entrega por completo a Él.

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